viernes, diciembre 29, 2006

Año nuevo

El año nuevo lo asocio a ese rato que viene después de que terminó oficialmente la celebración. Ese momento que sigue a una fiesta de matrimonio por ejemplo, en que la mayoría ya se fue, y están regados los globos en el piso, muchos vasos vacíos en las mesas, uno que otro durmiendo por ahí, quizás una pareja que baila, como ambiente de la película "Los fabulosos Baker boys", un tiempo sin corbatas, y lamentablemente, sin una Michelle Pfeifer enfundada en un vestido rojo, descalza, sobre un piano de cola. Ese ambiente, algo arrasado quizás, como de barra de bar al amanacer, tiene algo de paz, de cansancio, de caña, de mucha sed, de sueño con sabor a celebración, una leve tintura de melancolía, pero mas bien de satisfacción.

Es que es necesario quemar el pasado a ratos, aunque sea simbólicamente, por eso incendiamos el cielo el 31, le decimos chao al viejo, a lo malo, pero también a lo bueno, y esperamos, lo más intensamente posible, el nuevo amanecer. Ese despertar lento, algo devastado, sin el exceso de cada palabra, es certeza que inunda, momento de callar, de saborear la libertad plena quizás, la que te dice que puedes empezar de nuevo, pues no es cualquier día, ya que acabas de vivir a full un nuevo hito, ese que marca el cierre de un año, también del viejo mundo, ese que se colapsa anualmente a la hora cero del 31.

Por lo que viene,
Por lo que nace,
Por los amigos,
Por la felicidad,
Por la vida.

¿Que le faltó al muertito?

SALUD!!.

miércoles, diciembre 27, 2006

Brown



Se fue la fuerza, la parafernalia, el exceso, la alegría, el grito desgarrado, la voz gastada, sensualidad y sexualidad puesta en escena.

Se fue la entrega total al público, los zapatos de taco, el peinado liso, lentejuelas , humo, luces y capas, la edad indescifrable.

Se fue un tipo muy de este mundo y bastante fuera de él.

Se fue James Brown, se fue su alma, se fue el soul.

El rey ha muerto, viva el rey.

I feel good.

jueves, diciembre 21, 2006

Veinticinco

Foto: Estevaola Fuente

Cuesta describir el silencio.

Tiene algo de ausencia, de negación, un dejo de incomodidad. El silencio puede ser el mejor modo de comunicar algo, de decir todo sin decir nada, pues lo habitual es el ruido, el sonido, el diálogo, pero lo atípico es escucharse sólo así mismo mientras el entorno yace en paz.

Y ese silencio cerrado es una experiencia fuerte, una penitencia, estás sólo contigo, pero en verdad estás siendo más que nunca parte de lo que te rodea. El viento se desliza por los cerros, abraza los montes, susurran los cipreses mientras cae la tarde, llega la inmensidad de la noche, y simplemente estás ahí mirando, sintiendo mas bien, como todo transcurre. Entonces puedes huir, pero también puedes optar por afrontar el silencio de pie, entero, tranquilo, con toda calma, mientras lo sientes llegar.

Dicen que la hora más silenciosa, más oscura también, es aquella previa al amanecer, ese lapso que es margen de lo que se avecina, pues el silencio trae invariablemente algo nuevo, otra realidad, un punto de vista diferente, quizás una certeza, tal vez una duda. El silencio entonces es preludio, del escape muchas veces, pero también de la esperanza, pues con el puede nacer un nuevo día que transporta la luz, aquella que vive su apogeo en el solsticio en diciembre, esa que para muchos viene de la mano de un niño cuyo nacimiento se celebra este mes y que trae la esperanza al vencer con su palabra hecha verbo, las sombras de este mundo.

miércoles, diciembre 13, 2006

Ese día

Foto: Mariana Castro

Y desde ya sólo nos queda decir que hay un mañana.

Un consuelo, toda esperanza y todo deseo de verdad, justicia y paz. Podemos tal vez aún quemar cada brizna de pasado aciago, atesorando en la memoria lo que fue de él para intentar no repetirlo en lo que será.

Ese día no nos abrumará la realidad, no nos aplastarán un alud de hechos desrraizados, ahogado tropel sordo y ciego. Entonces quizás no clamemos venganza, ya que a la luz de esa mañana luminosa divisaremos una tierra plena de justicia, una que hasta hoy sabemos no es de este mundo.

Demasiados imposibles para no morir feliz.
"Canción para mañana"- Los Bunkers

domingo, diciembre 10, 2006

10/12/06

Augusto Pinochet Ugarte, murió el 10 de diciembre de 2006, mientras estaba siendo juzgado en Chile por delitos financieros y por numerosas causas de Derechos Humanos. Los tribunales no alcanzaron a dictar sentencia.

sábado, diciembre 09, 2006

Pinochet

Hace rato que quiero escribir algo, pero no me sale.

Y quizás no quiere salir porque anula las ideas, las nubla, pues todo en torno a su persona es básico, primitivo y por lo mismo es fácil caer en la obviedad. Bajo su gobierno disentir se reducía a eso, discusiones elementales, peleas mínimas que por lo mismo eran máximas, mortales para demasiados.

La obviedad absoluta siempre en duda, no matarás, respetarás a los vencidos, el estado no es una herramienta represiva, la peor democracia es mejor que cualquier dictadura, la subordinación de la lógica y brutalidad militar a la civilidad. La inseguridad sobre cualquier consenso que no fue aquel concebido a efectos de la seguridad nacional para impedir la malsana influencia de "ideologías foráneas".

Tiene 91, pero quizás ya ha muerto demasiadas veces, con Letelier, Prats, profesores degollados, con cada y por cada desaparecido, fusilado, asesinado, cada vez que derivó su responsabilidad en sus subordinados, buscando eludir la justicia o un inexistente veredicto histórico, en cada ocasión que decidió ser el pitbull azuzado por quienes disfrutaron ver como soltó su correa para devorar y no soltar jamás a su presa.

Tiene 91, pero quizás sigue muriendo, porque para morir no es necesario perder la vida, basta extraviar el alma. Representa algo terrible, es el símbolo para quienes defienden los fines sin valorar los métodos, sin importar la suerte de nadie que no seas tu mismo, simplemente caminar, caminar, dejando atrás un silencio de sepulcro, una huella teñida de rojo, un hondo seguir estando sin estar nunca más.

miércoles, noviembre 29, 2006

La pólvora

Foto: Francisco Máximo

El viento que quema no es cualquier viento, es aquel del designio, es un viento metálico cayendo de lo alto para clavarse en los ojos para cegarte, para hacer que veas sólo con el instinto, con la fuerza necesaria para introducirte un leño ardiente en el pecho. El viento que quema es amarillo, carga miles de partículas que conforman un todo en bloque que se opone a un caminar cansino, leve, a ese transitar lleno de toda obviedad.

Ella caminaba dando la cara a ese viento, a la brisa desatada que es una brasa que escalda el espíritu. Se movía pareciendo contradecir la naturaleza que pujaba por arrastrarla, que intentaba transportarla consigo a ese imaginario llamado sueño, búsqueda frenética, esperanza que no cesa.

Se movía lento, entera, ensimismada y cansada, bella con su pelo revuelto por cada ciclo katabático, caminando con la entrega de quien creyó encontrar su destino, y deja tras de sí un rastro de espontaneidad extraviada.

Y todo se desgranaba, tierra, susurros, antiguas certezas, floripondios, helechos y cipreses. Una tromba rebalsaba desatada desde lo alto como un torrente de troncos cortados, un alud de ahogados que bajaban desde el cielo.

El viento que quema encendía sus vísceras y hacía doloroso cada paso. Pero ella, en silencio, simplemente prosiguió incombustible, eterna y estoica, dispuesta a abrazar el inicio, a reencontrar el comienzo, para después de muchas vueltas, hallar el término y sellar así un final.

jueves, noviembre 23, 2006

Me largo

Es que es una forma más tajante de decir que me despido, un modo de evitar ese instante de dolor leve que se produce al dejar lo que entendemos por nuestra existencia normal, lo que hemos construido y concebimos como que nos pertenece, nuestra vida al fin y al cabo.

Y no hay como un viaje para cambiar de ritmo apretando el switch, dandole vuelta a la perilla de la monotonía, la enemiga más encarnizada de nuestro día a día. Es que viajar es un quiebre, muchas veces un medio, pero también un fin en sí mismo.

No estar quieto nunca, sentir el vaivén en los pies, ese algo en el pecho que te anima a ir más allá siempre. Hay algo muy de vida en un viaje, es que somos jóvenes mientras queremos movernos, mientras rechazamos quedarnos en lo que estamos, sentimos que el envejecer no es más que permanecer arrumbado entre cojines sin tener siquiera el ánimo de intentar otra cosa, el statu quo, la reacción.

Quizás llegue el momento algún día en que, sin sentirme viejo, ya no quiera viajar más, en una de esas porque en ese instante sienta que ya construí lo que debía, que ya cumplí mi papel por estos lados. Pero eso es algún dia, hoy es hoy, así es que aprovecho para decirle a ese posible yo, libertariamente, que lo mejor del viaje es el viaje, pero también, y en una faceta más conservadora (ok, tengo 33), que lo mejor del viaje puede ser el regreso, esa imagen que queda al volver, simplemente, su recuerdo.

Hasta la próxima.

martes, noviembre 21, 2006

El tren

Foto: Luis Farrolas

De vez en cuando viajo en tren. Y viajar en esos tubo metálicos encapsula, desconecta del mundanal día.

Entras al carro que quedó en frente tuyo en el andén, y te envuelve una sensación de aislamiento, de paréntesis temporal entre lo que hacías hace un rato y lo que piensas hacer cuando llegues a destino. Entonces el tren acelera, y con tu ojo posado en el interior, percibes como el paisaje afuera comienza a desaparecer lentamente, volviéndose difuso mientras los colores son barridos por un brochazo que los vuelve confundibles, como si chapotearan en un mezcla de témpera, de aquella inolvidable clases de artes plásticas del colegio, a la que le echaste mucha agua antes de comenzar a pintar en tu block H10.

No hay mucho ruido en el tren que viajo, las personas generalmente no conversan fuerte, parecen aletargadas por el paréntesis que implica todo viaje. La velocidad, cuando escapa a tu control, parece homogeneizar toda diferencia, eliminando los matices, haciendo confundibles a los unos con los otros, todo es un lapsus mientras se viaja en el, nada podría pasar realmente en ese rato que media entre dos destinos.

Alguna vez viajé en otro tren, uno antiguo, bullicioso, lleno de bultos por todos lados, en esos brillaba la diferencia de todo tipo. Aquella que despertaba al compás del crugir de materiales metálicos, ruidosos, en donde el reino de los polímeros-soporíferos no era más que una fantasía descarriada del tipo "Viaje a las Estrellas", con Sr. Spock inlcuido.

Ese viaje, en un tren llamado "El Rápido" duró 27 hrs, en un trayecto que un bus actualmente hace en 14 hrs. Pero, ¿para que tanta prisa?, ¿para llegar más rápido?, como si la gracia fuese la llegada en vez del viaje, como si buscásemos pasar por alto la mayor parte de los detalles posibles en una carrera desatada y sin frenos de modo tal de olvidar rápido que estamos en un permanente viaje que llamamos vida.

Un tren antiguo no es sólo un tren, es un espectáculo, uno de esos que disfrutas mientras estás tendido en una colina con algo de pasto, mientras disfrutas de un sol agradable de media tarde. Más que un espectáculo de hecho, es una inspiración. Una de esas para las cuales faltan palabras y sobran sensaciones.

Lihn lo dice mejor que yo.

Me despido de una muchacha
cuyo rostro suelo ver en sueños
iluminado por la triste mirada
de trenes que parten bajo la lluvia

sábado, noviembre 11, 2006

33

Todo sigue un ritmo, una sucesión predecible sólo hasta el momento presente, pues más allá todo es bruma y oscuridad. El futuro no es más que una sucesión de sonidos por develar, una improvisación, una sesión de jam, un solo de saxo tenor o trompeta lanzado al viento y por el viento que viaja por el aire para incrustarse directo dentro de ti en una infinitud de momentos por llegar.

Y es el mismo ritmo el que te trajo acá, ese que construiste al son de cada paso mientras fluia el tiempo alternando compases divergentes, a veces monocordes, otras polifonicos, variando según la actitud, la circunstancia. A veces, en especial una vez al año, te sientas un rato al costado del día a día, tranquilo, relajado, con la actitud de una tarde de verano, y así, saboreando el rato, simplemente disfrutas del ritmo, aquel que trae pero también lleva; sin embargo, sólo una vez en la vida, un día como hoy por ejemplo, confrontas contento el camino, y te das cuenta que acabas de cumplir 33.

sábado, octubre 28, 2006

Primero


Foto: Francisco Máximo

Hoy es primero, es uno de noviembre, y es la fecha elegida por muchos para recordar a sus muertos. Y esa frase, cuando te la dicen, tiene algo de dureza y de revelación: "Todos tus muertos".

Es que suena como si los acumularas a cada paso, indica que te pertenecen, que dejan el mundo tangible para empezar a formar parte del mundo intangible de los vivos, su recuerdo. Siempre, de algún modo u otro, con nosotros, y es que vivir es morir un poco, es arrancar de tí un pedazo de tiempo, consumiéndolo, dándote la oportunidad de degustarlo a tus anchas en un ejercicio llamado libertad.

Mientras escribo, recuerdo nuevamente la imagen de una mujer en el funeral de un poeta en septiembre de 1973, mientras declamaba: no estás muerto, sólo estás dormido. Es que la muerte llama a la rebelión, al incendio; es verdad, pero es mentira, el mundo se detuvo, pero a tu pesar sigue girando.

Y esa contradicción se te anida en el estómago, en las vísceras, y te hace sentir la vida de otro modo. Entonces, una vez que cesa el chorro de agua gélida que cae sobre tí, simplemente guardas a todos tus muertos en tu pecho, y dices: viviremos y derrotaremos a todos los que quisieran otra cosa.

Y habrá un cielo de mar azul donde descansen tus ojos ensimismados,
entumecidos, vertidos de ausencia.

Se acunará cada recuerdo en el vórtice insondable de
una palabra,
de cada susurro que traiga tu espera indolente.

Tranquilo, acurrucado, arropado de eternidad,
el mar borrará lento tus pasos labrados en la fugacidad de la existencia.

Y llegarás entonces,
convertido en cada soplo,
en alguna palabra lanzada al día a día,
en la probable sonrisa que ilumine alguna conversación aderezada de recuerdos.

Y así estarás presente,
convertido en cada átomo de tiempo ausente,
verbalizado en el devenir de alguna ardiente espera.

A los amigos que se fueron y esperan en el mar

miércoles, octubre 25, 2006

Sin comentarios



Me quedé sin palabras.

Y no poder decir nada de lo que uno quisiera decir es algo insólito y absolutamente contradictorio. Es tener toda la voluntad para saltar más lejos, teniendo al mismo tiempo toda la incapacidad del mundo para seguir. Es congelarse, estar inmóvil e incoherente en el lugar de partida, atrapado en un autismo a sol y sombra. Es rogar por la paz mientras se mata por ella.

Querer expresarse y no tener cómo parece contradictorio, una broma curiosa del siempre burlón destino. Si quieres, puedes. Es decir a todos y a ti mismo que quieres cambiar, pero continuar haciendo exactamente lo mismo que haces todos los días.

1. De la casa al trabajo
2. De trabajo a la casa
3. Vuelva al paso N°1

Se parece a no gustarle a quien te gusta con cada átomo y cada tripa de tí. Hace que te preguntes sobre causa y efecto, si acaso nada es casualidad y todo causalidad. En una de esas, si tu le gustaras, a tí no te interesaría. Así, tu interés por llegar a ella radicaría entonces en el desinterés que demuestra, en la incapacidad de lograrlo.

Lo mismo escribir, el deseo por hacerlo es directamente proporcional al desagrado que muestran las palabras por brotar de tí. O sea, exactamente igual a perseguir objetivos actuando para ello de un modo absolutamente contrapuesto en tu día a día.

Quiero escribir, pero no puedo.

Me quedé sin palabras.

domingo, octubre 15, 2006

Volver


¿Porque siempre volvemos?, ¿porque a ratos se hace inevitable regresar de un modo u otro?. Es como si nos rebelásemos conciente o inconcientemente al inevitable paso del tiempo, aquel bus sólo con pasaje de ida que siempre nos lleva a otro sitio, físico, temporal, espiritual, lo que venga.

Es el deseo de una segunda oportunidad quizás. Todo pasa, pero no queremos que así sea, decidimos a cada rato, pero podemos equivocarnos, el tema es que no se nos da la opción de saber si lo pudimos hacer mejor, ello nos fue negado, es imposible, todo ya pasó.

Entonces, volvemos, y lo hacemos creando un imaginario llamado recuerdo, un algo que no es real para nadie más que no seamos nosotros mismos. A veces sin embargo, en muy contadas ocasiones, se repite una coyuntura, un deja vu que sientes ya viviste alguna vez, y entonces, se te da esa rara oportunidad de volver en serio, de estar ahí de nuevo, de vivir el retorno para ver que harás esta vez, si acaso en verdad harás algo distinto o simplemente te vencerá la tentación de la seguridad, o sea el seguir dando los mismos pasos que ya diste una vez.

Almodóvar, con esa magia que da el talento, logra expresarlo mucho mejor en su propio "Volver". Y claro, sólo un alquimista evita que el eterno retorno sea sólo un lugar común, con muchos "de nuevo", traumas repetidos, desilusiones que se reiteran y cariños reencontrados. Lo mismo Penélope Cruz, de otra dimensión, de hecho, sin comentario. ¿Con ella como no querer a volver a intentarlo varias veces?.

Volver, re-volver. Sigo pegado en el Otra vez.

Yo adivino el parpadeo
de las luces que a lo lejos
van marcando mi retorno.
Son las mismas que alumbraron,
con sus palidos reflejos,
hondas horas de dolor.
Y aunque no quise el regreso,
siempre se vuelve al primer amor.
La quieta calle donde el eco dijo:
"Tuya es su vida, tuyo es su querer!"
Bajo el burlon mirar de las estrellas
que con indiferencia hoy me van volver.

viernes, octubre 13, 2006

Otra vez


Foto: Joao Padua

Hoy llovió a mares.

Y llover a mares no es más que una exageración para describir que el mal tiempo nos azotó sin tener otra razón más que aquella que indica que el invierno no quiere irse. La estación se aletarga, se queda pegada, crispada, como un poder fáctico que reniega porque quiere quedarse como sea, negándose a abandonar esa cuota de poder mísera con que procuraba inmovilizar cada paso a fin de congelar el tiempo, la historia, la vida.

Pero ahí está el muy bandido, en el invierno de sus días se aferra a esa posibilidad, no de influir ni de asustar, sino que simplemente a esa que puede echarte a perder un asomo de primavera aguándote una salida. Sin embargo, no puede detenerse lo que está por venir, nada puede hacerlo, porque es el ciclo natural de las cosas, la rueda de la vida gira, se atasca a veces, pero continúa moviéndose sin cesar de buscar acomodo.

Se irá el invierno, no hay duda alguna. Entonces, un deguello de soles recibirá cada noche, y quemando recuerdos en un cigarro de olvido, tatuaré cada jornada en la textura incierta de una noche de jueves.

sábado, octubre 07, 2006

Katabático

El viento katabático también es llamado orográfico. Se origina cuando una masa de aire, al desplazarse a baja altura, se encuentra de pronto con una brusca elevación, un cerro, una montaña, simplemente con un tope, un algo que interrumpe su camino.

Ese obstáculo inesperado la fuerza a cambiar de rumbo, provocando su elevación si es que resulta imposible de flanquear. Entonces, al intentar alcanzar el cielo, el aire se enfria rápido, pues al contrario de lo sucedido con Icaro, las alturas disminuyen su temperatura, aumentando su densidad, haciéndolo más pesado y provocando que, apenas pase el escollo, simplemente el aire se vaya cuesta abajo con todo.

Y es ahi, cuando en ese descenso violento, provocado por una sorpresa, o por un encuentro casual, todo es caos. Ese antiguo desplazarse seguro, tranquilo, pre-escollo, es sustituído por una carrera que baja arremolinada, en torbellino, que busca, dando manotazos de ahogado y pasos de ciego, recobrar esa antigua cadencia de hamaca.

No es más que el deseo la batería que alimenta de energía ese vibrar telúrico, el cual sólo en apariencia es antojadizo. No hay estrategia, no existe camino trazado, menos señalizado. Sólo existe el fuego conciente que alimenta para ir, en general, hacia abajo en la rodada. Solamente una vez acabado el descenso físico el aire recobra su antiguo ritmo, alcanzando un estado que nunca volverá a ser igual al que fue, pues todo en él se reordenó, es ahí entonces, cuando el viento katabático se extingue para seguir moviéndose, disfrutando simplemente el paseo sin saber, ni preocuparse demasiado por ello, que le deparará más adelante su camino.

viernes, septiembre 29, 2006

Pasión


No cabe en la palabra, le falta espacio. Seis letras no son suficientes para contenerla.

Simplemente estalla y ya!, te lanzas al agua, te salta encima, catapultada por un elástico que se estira y se estira, hasta que simplemente: TATE!!. Y hay de muchos tipos, ya que puedes sentir pasión por personas, cosas, actividades, por uncuantohay difícilmente inventariable en verdad. Es que ejemplos hay muchos, familia, trabajo, lo que estudias, la vecina de enfrente, Caterine Zeta Jones, atún en lata con lechuga, limón y mayonesa, política, cine, el fútbol.

Y aquí es cuando me detengo, claro, porque me acabo de acordar que érase una vez muy, muy lejana, en que me gustó el fútbol. En aquellos momentos diluidos por la lluvia, disfrutaba incluso más que verlo, el escucharlo, o sea, apagar el audio de la tv para sintonizar una radio que lo transmitiera, sólo para oir, sentir el pulso del relato, el cual generalmente era mucho mejor y vibrante que el mismo juego.

Sin relato no habría poesía, y es que la poesía puede dibujar la pasión, entregándole vida, feromonas a una realidad a veces algo desteñida. En las palabras del uruguayo Victor Hugo Morales "Ese relato se puede comparar con una emoción violenta de una persona cuando mata, es una cuestión visceral. Tuve la mente en blanco durante algunos segundos sin saber lo que decía".

O sea Don Victor, simplemente, pasión. Con ustedes, lo que verbalizó el Sr. Morales, sin saber bien como ni porqué, un día de 1986.

"...la va a tocar para Diego, ahí la tiene Maradona, lo marcan dos, pisa la pelota Maradona, arranca por la derecha el genio del fútbol mundial, y deja al tercero y va a tocar para Burruchaga..."

"Siempre Maradona. ¡Genio! !Genio! ¡Genio! ¡ta-ta-ta-ta-ta-ta-ta... y Goooooool... Gooooool... Quiero llorar! ¡Dios santo! ¡Viva el fútbol! ¡Golazo! ¡Diego! ¡Maradona! Es para llorar, perdónenme..."

"Maradona, en una corrida memorable, en la jugada de todos los tiempos... barrilete cósmico... ¿De qué planeta viniste? Para dejar en el camino tanto inglés, para que el país sea un puño apretado, gritando por Argentina.... Argentina dos, Inglaterra cero... Diegol, Diegol, Diego Armando Maradona... Gracias Dios por el fútbol, por Maradona, por estas lágrimas, por este Argentina dos, Inglaterra cero..."


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martes, septiembre 19, 2006

Hoy

Foto: Graca Loureiro

Y el día fluía, deslizándose entre las piedras de la orilla.

Brillaba el sol en el cielo, mientras se arremolinaban minutos y recuerdos en la brisa de septiembre como sueños a medio camino. Entonces el momento nos trajo de vuelta, retornamos en el tiempo recobrado a cada paso de esta primavera inconclusa. Respirando un poco, tragando olvido, en la plena luz del recuerdo que trae, satisfecho, una vieja alegría gastada y atesorada en un cajón extraviado.

Luego el instante se deshizo, yendose tal cual llegó, a propósito de todo y de nada, de la mano de la tarde. Sin razón alguna, sin objeto al cual agradecer o culpar, sólo un pedazo de tiempo hecho regalo, un espejismo, un fragmento de pasado que ya se fue para siempre.


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Reggaeton

No me gusta el reggaetón.

Pero por esas cosas de la vida, que tienen que ver con trabajar, ayudar a un amigo, y con que el cliente tiene siempre la razón, este 18 escuché al menos unas 15 hrs seguidas de reggaetón.

FUERTE. NO ES FÁCIL.

Y claro, estoy seguro que a muchos les encanta, por algo se formaban grupos a hacer coreografías para bailar a Daddy Yankee, Reggaeton boys y Residente Calle 13. Pero a mi, treintón outsider, después del undécimo tema mas o menos, me produjo un efecto anestésico, un adormecimiento provocado porque en el fondo (y también en superficie) todos sonaban idénticos, y al rato todo parecía lo mismo, y en verdad, todo daba igual.

El punto es que eso también pensaban, o dejaban de pensar, quienes disfrutaban la musica en el local, o sino no hubiera quedado el desastre que se armaba cuando empezaban los sones inconfundibles del himno de este 18 de septiembre que se fue:

Atrévete te te
Salte del closet
destapaté
quitaté el esmalte
deja de tapaLte
que nadie va a retratarte
Levantaté ponte Hyper

Entonces, sea porque estás anestesiado, por el cansancio acumulado de trabajar-vivir ahí, por las ganas de pasarla bien un rato, porque son las 4 de la mañana, o quizás (cuesta incluso decirlo), porque al final de todo no es tan malo el reggaetón, entonces, sin saber como ni cuando, te das cuenta que estas llevando el ritmo. ¡OH SORPRESA!!!, mientras recuerdas que alguna vez te gustó el heavy metal, ahí, extrañado, dejas inmediatamente de mover los pies, y te das cuenta tus dedos llevan el tema sobre la mesa como si se mandaran solos.

Y la canción sigue, mientras la multitud en trance vibra, grita, pelea, saltando al ritmo de un candombé hip-hop. Miras alrededor, te das cuenta que estás de espectador y que en realidad puede ser aburrido siempre estar dándole vuelta a las cosas, especialmente si estás pasando 20 hrs diarias trabajando con Daddy Yankee de música ambiente .

Ahí miras al suelo, divisando una delgada linea roja...te frotas los ojos (¿¿línea roja??, ¿desprendimiento de retina?), y no, ahí está, claramente dibujada, esa que te dice que para ser actor basta simplemente dar un paso, que es inútil atarte al timón, y que aunque sirviera, es bien monótono o latero hacerlo siempre. Imaginaria, cercana y lejana a la vez, esa raya divide a los analistas compulsivos de los gozadores impenitentes.

En ese momento, mientras ves que alguien agarra una silla para arrojarla a no se quién y a no se dónde, divisas que otro cae al suelo nuevamente, terminas de comerte una empanada de almuerzo-cena, mientras sirves el enésimo destilado de melaza TQL (¿que diablos será eso?), simplemente, en ese instante, das el paso, y te das cuenta, por cinco minutos al menos, que en realidad, el reggaetón puede no ser tan malo al final de todo.

-Relax man. Calmao socito.


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martes, septiembre 12, 2006

Al día siguiente


El día después tiene un dejo de suspiro, uno de alivio, también de satisfacción. Al día siguiente las cosas se ven de otra manera, con la perspectiva que da la distancia y el tiempo. Se produce un quiebre de un modo imperceptible, una trizadura que es un regalo que te da el sueño que separa ambas jornadas.

Y si pasaste un mal rato, una pena por ejemplo, llevas un sabor en la boca, en la garganta más bien. Un "algo" difícilmente describible, moldeable por musica quizás, por sensaciones, como la atmósfera creada en y por Charly Brown con su perro blanco y negro, una sonrisa leve, nostálgica, como compás de blues, jazz o bossa, un no se qué no se donde.

Pero las alegrías de antes también están contigo, te acuerdas, sonríes, se acumula todo y pasa a ser parte tuyo, lo que hiciste siempre, rara vez lo que dejaste de hacer. Y mientras avanza el día, tu transcurres con él, sigues, actúas, recuerdas. Entonces, reconciliado con la memoria, te animas a dar un nuevo paso para seguir adelante, porque simplemente, otro día ya es hoy.

domingo, septiembre 03, 2006

Domingo

Me gustan los domingos en la mañana. Su placidez, el probable contraste con la noche de sábado que pasó, esa sensación de silencio, en la que parece que al fin tienes la oportunidad cierta de despiertar sólo una vez que realmente has descansado. Es como cuando uno era niño, en esas eternas vacaciones de verano de tres meses, entonces despertabas tranquilo, se te abrían los ojos voluntariamente cuando brillaba el sol en la ventana, y no acumulabas ese cansancio que parece llevarse en la raíz del ojo.

Sé que soy afortunado de tener ese silencio en las mañanas, quienes viven junto a una carretera, al lado de un aeropuerto, incluso en las cercanías de una compañía de bomberos, no saben lo que se pierden. En todo caso, ahora que escribo, no sé si realmente uno pueda llamarse afortunado, pues no se si exista algo llamado suerte, "eso" capaz de tocarnos a ratos para entregarnos un poco de felicidad envuelta en una caja de chocolates. Y es que aunque es genial pensar que todo pasa por algo, también es angustiante pensar que todo pasa por nada. Si se trata de estar más tranquilo en todo caso, recomiendo la tercera y misteriosa opción, el lado "C" de las cosas, en este caso, que todo pasa por algo, pero no tenemos idea porqué, asi es que da lo mismo, lo que sucede siempre es lo mejor que puede pasar, norma conocida desde ahora mismo como Ley anti Murphy.

Y así, con ideas que saltan de un lado a otro, desde el domingo, pasando por el descanso, y doblando por el recodo de la suerte y el destino, ahora simplemente escucho el silencio de la mañana, un poco incómodo si te molesta oirte un rato a tí mismo, pero agradable si tienes ganas de pensar, leer o incluso intentar escribir. Entonces, y quizás en un arranque de humana contradicción, o de perfecta coherencia, hoy, domingo en la mañana de un 3 de septiembre, simplemente dejo de escribir, y me largo a escuchar a Mike Patton.

Saludos.

martes, agosto 29, 2006

Muchacha

El primer amor, ese que debería escribirse con mayúscula, marca. Se lleva adentro de sí como un buen recuerdo, también como una cicatriz si quizás no terminó del modo en que todos quisimos que terminara.

Cristina Bustamante, la hija del portero del edificio donde vivía Emilio del Guercio, fue el primer amor de Luis Alberto Spinetta, cuando ambos integraban el grupo Almendra. Y él le hizo una canción, de esas grandes, monumentales, la que tuvo por ocurrencia cantar en público por primera vez, un día de domingo en el teatro Coliseo, luego de una discusión que tuvo con Cristina. Spinetta cantaba, y ella, aún molesta con él, y con la entereza que hace que las mujeres sean el sexo fuerte, simplemente decidió irse caminando por el pasillo hasta dejar el recinto.

Después de eso siguieron juntos un rato, pero la relación se fue deteriorando poco a poco, siguiendo al pie de la letra esa frase que dice que el amor dura lo que dura, y haciendo realidad el final de la canción Blues de Cris: Sus ojos al final olvidaré. Y como todo recuerdo, quedó lo vivido atrapado en la memoria, y para nosotros, la letra de una canción que habla de una mujer, pero también trata del deseo de atrapar cada momento, luchando por vencer la fragilidad de lo que vivimos día a día.

Muchacha ojos de papel,
adonde vas? Quédate hasta el alba.
Muchacha pequeños pies,
no corras más. Quédate hasta el alba.
Sueña un sueño despacito entre mis manos
hasta que por la ventana suba el sol.
Muchacha piel de rayón,
no corras más. Tu tiempo es hoy.
Y no hables más, muchacha
corazón de tiza.
Cuando todo duerma
te robare un color.
Muchacha voz de gorrión,
adonde vas? Quédate hasta el da.
Muchacha pechos de miel,
no corras más. Quedate hasta el da.
Duerme un poco y yo entretanto construir
un castillo con tu vientre hasta que el sol,
muchacha, te haga reir
hasta llorar, hasta llorar.
Y no hables más, muchacha
corazón de tiza.
Cuando todo duerma
te robare un color.



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sábado, agosto 26, 2006

Cummings

Jorge Teillier (al centro, Revisa Punto final)

Empecé a escribir esto con sueño, por una razón quizás lógica, son casi las 3 de la mañana de un viernes. Y no sólo tengo sueño, también tengo sed, quizás porque no he tomado mucha agua, en una de esas porque sufro de algún tipo de sed crónica, o lo más probable, debido a los efectos de encaminarse por la senda de los jueves violentos.

Y es que esas travesías, muchas de jueves, pero también de viernes, miércoles o incluso de domingos en la noche, son rondas de papas fritas con chorrillanas, de un enésimo cigarro fumado o visto fumar, acompañados con jarros de cerveza negra "el puerto", y con caminatas cuadras arriba o abajo. Subiendo por Cummings, pasando por Las Rejas, Mi casa, el Dominó, El gato en la ventana, cruzando al Bitácora y al Canario, devolviéndose para llegar al Picante, discutiendo por ir al Kabala, Barposeida o al Ritual y matando la noche nuevamente en El Picante.

Y todo está lleno, ideas van, otras vienen, la noche se hace fría, los quiltros duermen enrollados junto a los postes de luz y la música llena una calle poblada de gente que sube, baja, fuma, bebe, conversa, regalonea, discute y pelea. Y el ambiente palpita, respira distinto, todo transcurre a otro ritmo marcado por tus pies que devoran cuadras y grises aceras empedradas mientras las luces amarillentas decoran cada rincón, cada recodo, como recuerdos que te saltan al encuentro.

Entonces el puerto se hace eterno, querible, añorable, mientras suena una mezcla de rock pesado, cueca, tangos, boleros y canciones de Camilo Sesto, amenizada por el enésimo análisis de una película, iluminada por la imagen de la sonrisa de la niña sentada en mesa del fondo, por un buen chiste o por la luz que se difumina al pasar por el vaso en que bebes tu también enésima cerveza. Y ahí están, son los amigos, los de siempre y los de a veces, los que llegan y los que se van, y baja otra botella, se vacía otro vaso, DOS CHORRILANAS MÁS!!, miras a la niña de la mesa del fondo de nuevo entre el humo, intentando adivinar si te sonríe, o al menos te mira, y cuando se acaba la conversación, el dinero, los cigarros y el trago, y es hora de irse, sólo en ese momento me acuerdo de un fragmento de poema de Teillier que habla de la despedida, entonces camino en dirección al mar, y simplemente, me dirijo nuevamente a casa.

Me despido de los amigos silenciosos
a los que sólo les importa saber
dónde se puede beber algo de vino,
y para los cuales todos los días
no son sino un pretexto
para entonar canciones pasadas de moda.

Me despido de una muchacha
que sin preguntarme si la amaba o no la amaba
caminó conmigo y se acostó conmigo
cualquiera tarde de esas que se llenan
de humaredas de hojas quemándose en las acequias.
Me despido de una muchacha
cuyo rostro suelo ver en sueños
iluminado por la triste mirada
de trenes que parten bajo la lluvia.

Me despido de la memoria
y me despido de la nostalgia
-la sal y el agua
de mis días sin objeto-

y me despido de estos poemas:
palabras, palabras -un poco de aire
movido por los labios- palabras
para ocultar quizás lo único verdadero:
que respiramos y dejamos de respirar.



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lunes, agosto 21, 2006

Septiembre


Septiembre es el cambio, el equinoccio, el comienzo de esa mitad del año en que se deja atrás esa sucesión de días grises y arropados que construyen el invierno. Y los días crecen, de la mano con la luz que comienza a inundar cada rincón paso a paso.

Nací a los treinta y tres años, el día de la muerte de Cristo; nací en el Equinoccio, bajo las hortensias y los aeroplanos del calor.

-Altazor, V. Huidobro


Y septiembre es un nudo de ideas, recuerdos, de fechas encontradas unas con otras que se miran a los ojos fijamente. Días que marcan, unen, separan. El 4, 11, 18 no son meros dígitos, guardan en sí significados, simbologías, representan alegrías y profundas penas, grandes inicios y terribles términos, y esa sucesión de recuerdos contenidos en frialdad aritmética, si te detienes a vivirla en serio, golpea un poco, es bastante bipolar, te hace pasar de un ritalín a una inyección de adrenalina con rapidez que pasma.

Para mi el noveno mes es muchas cosas, imágenes, sabores y olores, una bandera en llamas en una sede de gobierno bombardeada, un cumpleaños, dos edificios al suelo, baile, asados, empanadas y vino tinto en alguna ramada. Pero también es el recuerdo de una canción, una de esas viejas que me hacen sentir que no hay caso, que de verdad tengo más de treinta, una que ponía mi viejo en un disco de vinilo con una foto de Neil Diamond en blanco y negro en la portada.

Me gusta septiembre, fundamentalmente anuncia que estamos aquí, que a pesar de todo estamos de pie, seguimos adelante, dejando atrás el frío, las penas, los malos e incluso los buenos recuerdos. Es actitud, es decir fuerte que viviremos, que lo pasaremos bien, y que derrotaremos a todos los que quisieran lo contrario.


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sábado, agosto 19, 2006

Terremoto


Acá tiembla desde siempre, como hace cien años atrás, cuando el 16 de agosto de 1906 un terremoto destruyó Valparaíso, tal cual como el 5 de marzo de 1985, cuando por última vez nos tocó de nuevo el turno y se llevó el edificio en el cual vivía mi familia, y del mismo modo, en que en algún momento sobre el cual nadie tiene precisión alguna, se nos volverá a mover la tierra nuevamente para que ésta se lleve algo con ella. Y es que los terremotos se parecen a la música, a una película o quizá a algún partido de fútbol de "aquellos", pues en todos esos casos se nos viene a la mente lo que estábamos haciendo en ese momento. Puede ser cualquier cosa, lo más insólito o lo más natural, pues te sorprende cuando menos lo esperas, sólo para darte cuenta después que la vida es una sucesión de hechos más o menos bizarros que nunca sopesas mientras estás inmerso en ellos.

Y cuando tiembla fuerte se siente primero un ruido sordo que viene de las entrañas del suelo, un gruñido, como el reclamar de un gordo acostumbrado a dormir siesta y que alega al ser importunado. Luego el gruñido se hace movimiento, pues el sustantivo se hace verbo, y todo es confusión mientras sucede algo que puede durar un segundo o minutos, pues es tan impredecible que lo único concreto es que lo perenne se transforma en frágil, tal cual las lozas de la abuela que se quiebran contra el suelo, como se triza el acuario de tu casa, o del modo en que se viene abajo tu hogar.

-¿Sufrió mucho tu casa?
-No, no sufrió nada, se vino abajo enseguida.

Entonces, mientras todo es agitación, gritos e histeria, de pronto, tan impredeciblemente como cuando llegó, nos sorprende la calma. Y empezamos de nuevo, nos abrazamos, lloramos las heridas, reconstruimos lo reconstruible, terminamos aceptando lo irreconstruible, sólo para comenzar el ciclo nuevamente, aquel cimentado sobre la más incierta de las certezas, aquella que sobrevive contra toda lógica, esa que se basa en el deseo de permanecer y continuar como sea, aún cuando sabemos que un día, lo queramos o no, se vendrá abajo todo de nuevo, y tendremos que recomenzar otra vez.


viernes, agosto 18, 2006

Home, I have no home

Martin Landau y Johnny Deep, interpretando a Bela Lugosi y Ed Wood.

jueves, agosto 17, 2006

Bela

Bela Lugosi, según Martin Landau

Y ahi estaba Bela, anciano, encorvado, deteriorado, pero atento a las instrucciones de Edward Wood, su amigo y director de la película más mala (obviando a "taquillator", de Luis Dimas), y por eso quizás las más querible, de la historia del cine, "Plan 9 del espacio exterior". A pesar de su adicción a la heroína, el otrora vampiro conservaba su estampa grave, dramática, seria, excesiva, esa imagen de chofer o cochero de funeraria que lo avaló siempre en el mundo del cine.

Pero Bela moriría cuando tenía el guión de "Final curtan" en sus manos, tras haber filmado sólo tres minutos de la cinta. Y Wood, queriendo homenajearlo, tomó esos 180 segundos, para incluirlos en otra película, la que lo haría inmortal. Sin embargo, había un detalle,...había muerto, entonces para reemplazar a Lugosi en el resto de la filmación, y a pesar que ambos tenían un parecido igual a cero, convenció al doctor de su novia para que actuara cubriéndose el rostro con una capa, un detalle para Wood, un director que obviaba toda imitación de la realidad con sus escenografías con papel metálico, monstruos de trapo y naves espaciales colgando de cordeles.

Y ese acercamiento para narrar una historia tiene un dejo mágico, es la fantasía de la niñez reflejada en juegos de grande, el hacer suya la idea que una historia tiene una ética distinta a la realidad. En una historia se puede mentir, es aceptable que sea así, lo importante es la narración y quizás su desenlace, de lo contrario el coyote no sería sometido a la tortura continua que le acarrea seguir al odiable pajarraco ese. Y Wood, en su desquiciado entusiasmo por el cine, manejaba con toda ignorancia esos códigos a la perfección, y de paso, sin querer, se acercaba bastante a dibujar una realidad basada en lo aparente, en el parecer, no en el ser, como un actor que se cubre la cara con una sábana para simular lo que no es, y muy similar a un mundo que de un tiempo a esta parte se llena de monstruos caminando entre nosotros.

Lo mismo Bela, quien fue a la tumba vestido como el conde drácula, interpretando siempre al personaje que lo hizo inmortal. Lo mismo que el gran Martin Landau, que encarnó a su vez a Lugosi en la cinta "Ed Wood", dirigida por Burton y que de modo notable nos muestra como el húngaro se compró el delirio de un director que al final logró su sueño, el ser famoso del modo más inesperado posible, tal como esa sorpresa que nos depara el futuro, aquel paisaje difuso a lo lejos cubierto de niebla, al cual no sabemos si llegaremos, ni menos el modo en que lo haremos o en que fallaremos intentándolo.

lunes, agosto 14, 2006

Bajo el cielo

Foto: Alfredo Cunha

Difícilmente somos indiferentes a la lluvia, te gusta, la odias, desespera, te pone nostálgico. Rara vez sólo nos dedicamos a soportar el agua que cae lanzada, con total sumisión y entrega, como si sólo fuese agua, líquido transparente que acorta el breve espacio que nos separa del cielo. Y en Chile, en el sur, la lluvia es fría, bocanada de aire que se mete en tus pulmones, refrescándote el espíritu o enfriándolo, por lo cual corremos al refugio de un abrigo, real o imaginario, de pan amasado y café con leche caliente que nos transporte durante la espera del renacimiento que traerá el nuevo cielo.

Bajo el cielo nacido tras la lluvia
escucho un leve deslizarse de remos en el agua,
mientras pienso que la felicidad
no es sino un leve deslizarse de remos en el agua.

Y al esperar el nacer del nuevo cielo, sentimos que éste es leve, instante de amanecer cubierto de lluvia de madrugada. Un lago cubierto de paz sin ninguna rugosidad en sus aguas con la luz quebrando con simpleza infinita cada brizna de pasto. Es el paréntesis, ese lapso de quietud en el cual te detienes simplemente a disfrutar del momento que respiras.

O el espacio del silencio entre mi voz y la voz de alguien revelándome el verdadero nombre de las cosas con sólo nombrarlas: "álamos", "tejados".
La distancia entre el tintero del cencerro
en el cuello de la oveja al amanecer y el ruido de una puerta cerrándose tras una fiesta.
El espacio entre el grito del ave herida en el pantano,
y las alas plegadas de una mariposa sobre la cumbre de la loma barrida por el viento.

Y eso se acerca a un momento pleno, un instante de lucidez frágil en el cual simplemente nos damos cuentas de lo felices que somos. Un lapso que en nuestra porfía buscamos una y otra vez, llenándolo de aquello que quizás sacia nuestras necesidades, pero que en verdad no nos entrega esa iluminación plena que nos señala que toda felicidad, al igual que toda nuestra vida, es esencialmente frágil y simple.

Eso fue la felicidad:
dibujar en la escarcha figuras sin sentido sabiendo que no durarían nada, cortar una rama de pino para escribir un instante nuestro nombre en la tierra húmeda,
Así era la felicidad:
breve como el sueño del aromo derribado, o el baile de la solterona loca frente al espejo roto.

Y dado que tendemos a buscar la utilidad de las cosas, quizás encontremos un uso para la no-indiferencia que nos causa la lluvia. Es la esperanza que trae, la espera de lo que vendrá, ese imaginar que acabará la lluvia y dejará la tierra limpia una vez más, para comenzar de nuevo, para dejar de masticar ese sabroso trozo de crujiente pan con mantequilla, y simplemente degustar de ese día que no es menos real por sólo existir en nosotros mismos.

Pero no importa que los días felices sean breves
como el viaje de la estrella desprendida del cielo, pues siempre podremos reunir sus recuerdos, así como el niño castigado en el patio encuentra guijarros para formar brillantes ejércitos.
Pues siempre podremos estar en un día que no es ayer
ni mañana, mirando el cielo nacido tras la lluvia y escuchando a lo lejos un leve deslizarse de remos en el agua.

Poesía: Bajo el cielo nacido tras la luvia (fragmento). Jorge Teillier.

martes, agosto 08, 2006

Arrasar

¿Y que si quemamos recuerdos, pisadas y huellas?.

Si sólo arrasamos el camino recorrido,
como ovejas hambrientas que devoran cada brizna del monte,
sistemáticas compañeras apacentadas de sueños inconclusos y realidades conclusas.

¿Y que si simplemente destruimos la memoria?,
sorbiendo a cambio sólo del presente,
vaso de vidrio opaco, de bar de puerto,
vaso manchado por mil dedos, ilusiones y desilusiones,
inmune, insensible a una mirada más larga que el brazo que lo alza.

¿Que pasa si arrojamos al mar cada vieja palabra e idea desgastada?.
Caminar a ciegas, quemando el cigarro que ahoga tu pecho.
Avanzar sin parar, sin transar.
Destruir cada instante.
Ignorar cada búsqueda.
Confrontar la impenetrable incerteza sólo a cada paso,
la más improbable, imposible,
la más muda de todas,
la de estar, la de ser,
la de vivir.

domingo, agosto 06, 2006

Blues


Niebla

Tiempo atrás, al salir de la universidad, solía caminar por Valparaíso en horas de la tarde. En los días de invierno caía a veces una niebla intensa, una que no permitía ver mucho más allá de tus propios pasos.

Entonces, la sensación era extraña, la de caminar sin saber realmente hacia donde, con la fantasía de que quizás no ibas a ningún lado, ya que no había perspectiva alguna, sino que tu entorno era sólo el rumor de tus pasos sobre el pavimento y la claridad difusa de los focos del alumbrado. Si dejabas de lado la posibilidad de un asalto, o de un atropello, y simplemente te relajabas, llegaba un momento en que en verdad te envolvía la calma, el relajo de sólo estar ahí, mientras te disolvías en la niebla que abrazaba la ciudad.

Era la sensación de estar sin preocupaciones, la misma que he sentido cada vez que he terminado de estudiar algo, al finiquitar un asunto pendiente, o al cerrar un tema abierto. Algo así como tumbarse en una hamaca, una tarde de terraza frente al mar, y simplemente dejar que el horizonte y el océano te transporte adonde quiera, abandonado a la corriente, sin planificar ni cuestionar nada de nada, simplemente disolviéndote en la genial sensación de saborear el presente.

viernes, agosto 04, 2006

In your eyes. Peter Gabriel

En sus ojos se desgranan catedrales,
se construye el cielo,
se derraman multitudes,
se desata la lluvia y el fuego.

Como hojas de agua y aves en llamas,
atardecer de horizonte acunado en tus ojos maritimos.


miércoles, agosto 02, 2006

Fidel

Mi definición de coherencia consiste en que un determinado juicio respecto de un hecho o acto concreto, independientemente de la mayor o menor afinidad afectiva, ideológica, religiosa o intelectual que uno pudiese tener respecto de quien desarrolló ese acto, debiese estar basado en lo concreto, en aspectos lo más objetivos posibles, de modo tal de no establecer categorías arbitrarias u odiosas respecto de quien nos simpatiza más o menos.

Sin embargo, está Fidel. Y él para mí encarna la duda, la posibilidad de exceptuar todo juicio categórico sobre su persona, y en otros, exactamente lo contrario, es decir, la clara elección de dos sentimientos contradictorios, pero al mismo tiempo tan parecidos, el amor y el odio. Poca gente puede representar de modo tan perfecto la dualidad de ser amado y aborrecido en igual medida, son escasos aquellos sobre los cuales existen argumentos que pueden ser colocados tan bien a ambos lados de la balanza al momento de juzgarlos. Ante eso, o te agarras de uno de los dos platos de la balanza, o simplemente, dudas.

No conozco Cuba, sí cubanos, gente preparada de una gran formación profesional y técnica. ¿Que decir de la medicina cubana?, aparte de que es excelente y que ha ayudado a aliviar el sufrimiento de muchos a lo largo y ancho del mundo entero. Pero, ¿como olvidar la inexistente libertad de expresión?, la carencia de libertades individuales, la prensa silenciada, la denegación de permisos de salida, los presos políticos. ¿Será acaso que es imposible del todo compatibilizar justicia, equidad con libertad individual?. ¿El ser humano sólo se comporta como tal cuando tiene un Gran Hermano que siempre vigila a fin de que el hombre deje de ser el lobo del hombre y se convierta en su hermano?.

Fidel enfundado en su traje verde oliva es un dinosaurio, uno que puede ser visto como una bestia sedianta de sangre, dedicada a mantenerse en el poder a como de lugar, o como un monumento a la resistencia, un testimonio de resolución, la prueba cierta de que es posible permanecer inmutable ante el paso del tiempo, manteniendo en todo momento sus creencias, sueños y luchas. Así, convergen en el lo mejor y peor del ser humano, los sueños y lo que somos capaces de hacer para lograrlos.

Ojalá sea posible que los logros en su país sobrevivan al dinosaurio, que los errores y horrores se vayan con él, y que trasciendan despúes de su hora los fines más allá de los métodos. Por Cuba, por todos.


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martes, agosto 01, 2006

Tu nombre

Quemadura trazada en la roca,
se estrella en él cada certeza.

Inminencia, vértigo abismal,
silencio de sepulcro en una noche de mar.

Tu nombre trae silencio, confusión, pasado.

Tu nombre viene volando entre yerbas, olas, páramos.
Trae un ruido antiguo,
sonido de alegría fugaz, residuo de ayer,
melodía destemplada.

Tu nombre es persistente como la lluvia, el hambre, el frío.

Se cobija en el rincón de cada espacio,
en el eco pertinaz de tu recuerdo,
en la cicatriz ignorada, silente,
en el momento impredecible,
que acecha aún en cada paso.

viernes, julio 28, 2006

El frio

Hace frío y es imposible no notarlo, al respirar o caminar, al acostarse o levantarse, en todo momento se siente el hielo en el aire que se clava en tu nariz, en tus pulmones y en tu cara, alojándose en la garganta y en los pies. Enciendes la estufa y sientes frio igual, te pones gorro, bufanda, sales a la calle y es lo mismo, la sensación está siempre presente, en los cerros nevados, en tu nariz insensible y en tus dedos helados.

Y el frío es como un recuerdo constante que no logras arrancar de ti, te sigue a todos lados, amarrado y anudado, como la sombra de una tarde invernal pegada a tus zapatos. Como el hambre, como una vieja pena, o una gran risa que no logras detener.

Por hablar de asociaciones, me recuerda una pelicula antigua de Chaplin, la fiebre del oro, esa en que sale una escena en que se come un zapato y en donde hace bailar dos trozos de pan ensartados en tenedores. Ahí el juega con la dualidad, podía haber mostrado una tragedia blanca en Alaska, pero eligió hacer reir burlándose de si mismo, de su propia miseria, para indicarnos que todo es como queramos verlo, desplegando de paso gran humanidad.

También el frío me trae una imagen distinta, el pasear bien abrigado por una calle con hojas en el piso una tarde de otoño, con una mujer extrañamente parecida a Karen Poniachik, la ministra de energía que por estos días intenta que no nos corten el gas. Entonces yo y Karen caminamos, y entramos a un local a tomar algo, no para nosotros, sino que para el frio, para luego entrar al Cine arte para ver en una de esas la pelicula de Chaplin en cuestión.

Pero el frío me trae de vuelta rápido, porque esa es su gracia o desgracia, te mantiene despierto a pesar de todo, pues te hace sentir que estas ahí, avisándote que no te puedes quedar inmóvil mucho tiempo o simplemente te vencerá. El frío entonces es como el sentido común, la orientación práctica, esa alarma que te dice que no conviene quedarse pegado en lo que te sucedió, o de lo contrario hará de las suyas, olvidará su buena onda para proceder a helarte, a congelar posibilidades y sueños impidiendo que haya nuevos, arrancando calor de ti, haciéndote morir un poco en un dormir que te abraza y del cual no eres nunca capaz de despertar.

martes, julio 25, 2006

Cuando llueve

Foto: Gil Garcia
Pareciera el fin.

El fin del tiempo, del día a día, porque con ella el ritmo cambia, el vértigo da paso al sosiego que nace de la contemplación, del observar como escurre el agua que cae deslizándose por el vidrio de tu ventana. Es como un amor maduro, aquel que valora la pausa, el momento, la espera.

Y cuando llueve se limpia todo, la calle, el espíritu. Entonces te dan ganas de beber chocolate caliente con leche, quizás café, en una de esas ambas cosas, talvez mirar el mar como se sale del torpe espacio lo contiene en la Avenida Perú, Playa Ancha o Concón.

Quizás la imaginación y la memoria se te arranquen un poco, como tantas veces antes, como tantas luego, y te arrastren a un cine, a un paseo que creiste olvidar con bufanda o paraguas. Una sopa caliente, un cigarro en la terraza un día lluvioso de domingo, música para volar lento, john coltrane, lucybell, blues, saudade, nostalgia.

Y el cielo se vuelve contradicción, pues la luminosidad opaca que lo envuelve no es más que el envoltorio de la líquida esencia que le devolverá el brillo, liquidez que se asoma este dia martes 25 de julio, el día sin tiempo en el calendario maya. Día de frío que punza la piel, que molesta el alma, día para ver pasar en silencio, para hacer de la espera un nuevo comienzo que resbale una vez más por el vidrio de tu ventana.

miércoles, julio 19, 2006

Flores rotas

Foto: Catarina Rosa

Todo comienzó con una carta. Con ese objeto antiguo, anacrónico, artefacto que antaño traía las noticias a un ritmo pausado, uno que te permitía digerir tranquilo tanto el texto escrito, como aquel oculto entre líneas.

Y la carta, anónima, y rosada por cierto, traía una noticia, el protagonista, el mismísimo Bill Murray era padre desde hace 20 años. Él, Don Juan impávido y solterón, campeón cincuentón y amante de muchas mujeres en su vida, decide lanzarse al mundo para averiguar cuál es la madre, visitando para ello a cuatro ex parejas.

En la película hay mucha incomodidad, desapego, desadaptación de alguien al parecer incapaz de comprometerse y darle un sentido de continuidad trascendente a su vida. La cinta transpira ruptura y sentido de inutilidad, el desperdicio de escarbar en el pasado para encontrar respuestas, pues mientras más cavas en el pozo del recuerdo, más vas concluyendo que el ejercicio es ocioso.

Y así le sucede, a medida que re-conoce a cada ex, el reecuentro es más frío, más mudo, más triste. Con la primera termina compartiendo la cama, a la última la visita en su tumba, depositando en ella su respectivo ramo de rosas. Lo verdaderamente roto en la historia es la sistemática y angustiante pérdida de afectos, la imposibilidad de salvar una relación, tal cual Murray no es capaz de decirle a su última pareja que se quede con él, tal cual no puede impedir que su vida naufrague en la más impavida y pasmada de las soledades.

domingo, julio 09, 2006

La hora 25


Es una hora que no existe. Si el tiempo sigue un orden cronológico es la hora que viene después de la última, el instante que sigue al final de todo.

Es también el título de dos películas que he visto. Una de ellas, antigua, con Anthony Quinn personificando un soldado rumano en la Segunda Guerra Mundial, alguien que es sobrepasado por los hechos y se ve envuelto en un torbellino de situaciones que no comprende y que lo alejan inevitablemente de su familia. Su hora 25 es a su regreso, a casa, despues de años en el frente de combate, cuando lo espera su esposa con un nuevo miembro en la familia, un bebé en brazos con rasgos alemanes.

En la otra, Edward Norton encarna un tipo que va a ir a la carcel, es la narración de esa espera, una de la cual al parecer no hay escape, y en donde todo parece desolado, pues nada importa ya. Pero el condenado intenta cambiar, sanar heridas con su padre, amigos y su novia, quien quizás lo traicionó acusándolo a la policía. Spike Lee, el director, se da una licencia al final, cuando rumbo a la carcel, Norton tiene la oportunidad de ver como sería quizás su vida si abandona todo, si que se juega por la última posibilidad de romper el nudo de aquello que ha tejido, con aciertos y errores, durante toda su existencia.

A veces pareciera que todo fuese parecido a un desierto, como si todo nos sobrepasara y nos fuera imposible el más mínimo grado de control sobre cualquier suceso. Es la extraña contradicción de que ciertas cosas pueden durar para siempre, pero también pueden destruirse en cualquier momento, entonces uno quisiera agarrarse a esa hora última, la esperanza final, el hecho clave que, según sea lo que optes marcará inevitablemente tu destino.

Salud por eso.

sábado, julio 08, 2006

Digital

Siempre me ha gustado la fotografía. Recuerdo cuando chico mis intentos por utilizar una canon AE1, una cámara reflex, para intentar fotografiar de vez en cuando esto y aquello, sin más razon aparente que el mero placer de retratar, de conseguir una buena imagen de la realidad. Nada de fotos de grupos, esas de familia, generalmente comiendo, junto al sofá o al árbol de pascua. No, nada de eso, sólo paisajes, alguna imagen extraña, algo que captar por sorpresa, quizás algun tono o alguna textura de color atípica.

Entonces la fotograf'ía no era un placer barato pues había que comprar pelicula, de 24 si tenías poco dinero, o de 36 si tenías algo más, y generalmente te regalaban un rollo al revelar con un álbum para poner las fotos con ampliación incuída. Al final, de todas las que sacabas sólo rescatabas unas pocas, 5 o 10 con suerte, pues las otras salían desenfocadas, le cortabas la cabeza a alguien, o eran oscuras porque no usabas flash cuando debias haberlo usarlo.

Entonces de pronto, ese pequeño mundo con algo de élite, de paciencia también, pues no era llegar y volverse loco tomando fotos, se vino con todo al suelo.

Apareció la fotografía digital.

Y lo que antes fue el grano de la película se convirtió en más o menos megapixeles, temblaron las empresas de revelado, y quedaron cesantes los fotógrafos de pasaportes o de carnet de identidad. Con ella, y con ellos, desapareció ese mundo de calma, contemplación y paciencia para dar paso al desmadre total, la carrera por captar imágenes y desecharlas rápido si no satisfacen.

Pero no me querido quedar abajo de esta ola democratizadora de la imagen, simplemente, me quiero subir al carro y comprarme una cámara digital. El tema es cual.

Probé una sony, grandes colores, pero al compararlos con los de la canon is2 parecen algo irreales. Pero, ¿que es más real?, ¿la version sony o la canon?, ¿que es mejor?, ¿retratar la realidad u obtener una version digital de ella?. Y cuando escribo esto, recuerdo a un amigo daltónico que no ve el rojo frente a un fondo negro, y a mi leve miopía, que no me deja ver bien, especiamente de noche, ¿y si en verdad mi amigo tiene razón y todo el resto está equivocado? ¿y si los técnicos de sony descubrieron los verdaderos colores que nos rodean y que el ojo humano en su imperfección no logra captar?.

La realidad parece no ser más que un cierto consenso, un acuerdo de mayoría que al menos te da un margen para reinterpretaciones más o menos originales. En una de esas, sony sólo descubrió una versión que satisface a una gran masa que prefiere vivir el mito a una copia de lo que parece ser en verdad real.

Bueno, creo que me compraré la canon.

lunes, julio 03, 2006

Desde acá

Te llamo,

desde el fondo del crespúsculo,
con alma de monte y espíritu de alba.

Te llamo con el trinar de mil pájaros de agua y mil peces de fuego,
con la fuerza del sol y con la paz de la mañana.

Te llamo como el invierno al calor,
como la noche llama al dia,
te llamo desde las esferas celestes y las entrañas de la tierra,
con la pasión de la noche y la ternura del domingo,

te llamo desde siempre, por siempre y para siempre,
te llamo como en el pecho pulsa el latido,
con paz de amanecer y bullicio de mediodía.

Con las olas de Colmuyao, la sal de Budi y la arena de Galinhas.
Con la inminencia de una copa que cae.

Te llamo simplemente desde el recóndito camino y desde el centro de la blanca estela.
Para que estes conmigo, para estar juntos,


Para poder al fin dejar de llamarte.

sábado, julio 01, 2006

La poderosa muerte II


Y así es la poderosa muerte. Cierta entre un mar de incerteza.

Ahí radica su poder, pues el poder nace del control, pues su eterna presencia puede condicionar nuestro actuar, nuestro sentir, nuestro vivir, es la eterna tentación que se insinúa como falsa solución a nuestros problemas. Pero a mí no me gusta el poder, por forma de ser, por porfiado, por la razón que sea, no me gusta, pues corrompe y termina convirtiéndose en una herramienta para que algún Gran Hermano maneje las vidas de otras personas a su antojo.

Quizás vivir al fin y al cabo sea un acto de rebeldía, de porfía absoluta, un salivazo en la cara al poder, para decirle que nos deje tranquilos y que tome lo suyo cuando tenga que ser y ya, que simplemente no moleste más, pues estamos muy ocupados viviendo. En una de esas, en esa posición conciente o inconciente, pero siempre algo talibana frente a la vida y al poder de la innombrable, alejas de ti los fantasmas, las penas, las tristezas y todo es gran cuantohay para sepultar el temor a vivir y simplemente, seguir adelante.

jueves, junio 29, 2006

La poderosa muerte I


Es uno de los pocos hechos de nuestra vida sobre el cual tenemos certeza que en el futuro sin duda alguna ocurrirá, ¿cuando?, nadie lo sabe. Y eso es porque el vivir es un hecho absolutamente incierto, que parece estar encaminado sin duda alguna a estrellarse a toda velocidad contra una pared que espera al final del camino .

Así, la poderosa muerte parece implacable, una lluvia torrencial que te golpea al caer, una ola que te pega en la rompiente. ¿Porqué sera que nos cuesta tanto soportar la incertidumbre del día a día?, la necesidad de cierto grado de certidumbres a veces nos agobia, pareciera que la lucha constante nos deja sin fuerza a veces para seguir adelante y algunos sienten la necesiad, la picazón de correr por la certidumbre más cierta de nuestras vidas.

Pero, como escribí una vez, vivimos en el fondo de un cráter, uno en apariencia plácido, tranquilo, que sin embargo puede estallar en cualquier momento arrasando con todo y con todos. Simplemente, somos así.

Quizás haya que excavar más allá del crater, no quedarse en la apariencia del mundo, sino que explorar su significado más trascendente para resolver el conflicto de ser de un cierto modo y no sentirse cómodo siendo así. Así, en esa búsqueda, en ese transitar, le cerramos la puerta en la cara a la poderosa muerte, pues le damos un significado al día a día, usamos nuestra incomodidad para darle un significado en nuestro mundo, en nuestro cráter si prefieres, y así nos ocupamos en ver de verdad lo que nos rodea y a quienes nos rodean, para vivirlo en serio y abandonar la egoísta carrera por el poder de la más concreta de las certezas.

domingo, junio 25, 2006

Cobquecura y el canelo

Cobquecura significa pan de piedra en lengua mapuche. Es un pueblo ubicado desde Chillán hacia la costa, pasado el pueblo de Quirihue.

Es un lugar pequeño, con playas de arena con mar abierto y mucho viento. Lo conocí en 1995, a mi regreso de mi primera práctica profesional, estuve unos días ahí intentando aprender a pescar corvinas y lenguados, alojando en la casa de la familia de un amigo de toda la vida.

Lo recuerdo como un lugar aislado que en verano se llenaba de gente, afuerinos, que buscaban pasarla bien en vacaciones. Lo más notable, una roca cercan a la costa con una lobería, sus playas, río y su gente, lugareños, muchos de ellos descendientes de una importante colonia palestina.

Escribo esto porque cuando estuve allá era evidente el cambio que se estaba produciendo, se inauguraba un camino nuevo, llegaba más gente, ya no se podia dejar las cosas botadas en la playa y recogerlas al otro día, pues cosa extraña, alguien podía robarlas. Ahora me entero que la empresa Celco, dueña de plantas de celulosa, estudia eliminar sus residuos por un ducto submarino que instalarán en Cobquecura.

Celco, la misma empresa indicada como la culpable de la contaminación del humedal, santuario natural de la ciudad de Valdivia, que provocó la muerte y la emigración de sus cisnes de cuello negro, y que hizo que se la publicación "Ethics in science and environmental politics" se preguntara, "Son los dueños de Antar Chile (empresa dueña de Celco) tan avaros que no pueden gastar una pocas décimas del porcentaje de sus ganancias para tratar o recircular el contenido de sus efluentes de pulpa para salvar el santuario?".

Para mí, aparte del tema medioambiental, lo que está en juego es también la defensa de un modo de vida, ignoro si los habitantes de Cobquecura quieren o no un emisario submarino frente a su pueblo, quizás sí. Lo que me gustaría saber es si alguien les preguntó. En definitiva, ¿cuanto vale un modo de vida?¿cuanto vale un cisne?.

Para los mapuches el canelo es un árbol sagrado, un árbol que preside las ceremonias religiosas y cuya madera no puede ser quemada. En la ciudad de Quillota alguien con ese apellido, Canelo, de ideología neonazi, a principios de junio fue condenado por matar a otra persona, alguien que se sentía parte de otro movimiento, el punk. Quien cometió el asesinato quizás piensa que lo hizo por su patria, por limpiar de escoria humana sus calles, pero ¿quien te da el derecho de decidir quien merece vivir o morir?. ¿cuanto vale la vida?.

Quizás, todo lo que escribí no sea más que una extraña contorsión literaria motivada por mi resfrío e insomnio. Quizás todo no esté más que unido por la lengua y la religiosidad de un pueblo. Incluso, en una de esas, las personas de Cobquecura están felices o les da igual la instalación del ducto, o las de Quillota piensan que hay que de verdad limpiar las calles de escoria humana.

No sé, no tengo idea, lo que es yo, me gustaba Cobquecura tal cual la conocí, y me encantaría estar en un bosque de canelos (me refiero al árbol, por supuesto).

sábado, junio 17, 2006

El principio del mundo


Foto: Graca Loueiro

El comienzo de un mundo quizás empiece con una pregunta. ¿Porqué no?.

Es que todo comienzo es un desafío a si mismo, una pregunta que te punza el espíritu, a veces las vísceras, pues escarba entre inseguridades, frustraciones, recuerdos y todo que aquello que constituye esa mochila invisible que vamos llenando a medida que crecemos y que nos estorba el avanzar si es que no la vaciamos de vez en cuando. Y como toda creación, un mundo nuevo es una aventura, un viaje intenso, de esos que alguna vez quizás hiciste con una mochila, esta vez bastante visible, en la espalda, cuando daba lo mismo comer o no comer, dormir en el suelo o caminar kilómetros por la carretera bajo el sol o con la lluvia eterna sobre tí.

Entonces quizás lo hiciste, simplemente, agarraste la bandera, la llevaste adelante y la izaste en la colina o en la plaza. Y puedes hacerlo de nuevo claro, cuantas veces quieras en verdad, basta no dejar de preguntarse, ¿porqué no?, para que el cuestionamiento se transforme en afirmación y así dar el salto adelante.

Lo genial del mundo nuevo es que aún si nunca te animaste antes, si te quedaste entonces viendo tv con el control remoto en la mano en vez de largarte a vivir, siempre la vida te dice que todavia es tiempo. Quien llega al punto de no querer ya más nada se muere un poco, o quizas muere del todo, pues simplemente ya no se cuestiona nada, se pierde la oportunidad de obsequiarle el ramo de gardenias a la mujer que le gusta, y es incapaz de crearse una vida nueva, un mundo nuevo en verdad.

lunes, junio 12, 2006

El fin del mundo

El 06/06/06 lo pasé muy bien. El día en que se estrenó en los cines la profecía, aprovechando el simbolismo de una fecha con antecedentes apocalípticos, no pasó como si nada, no por lo malo, sino porque para mí fue un gran día.

Y quizás esa es la clave, porque hay dos opciones, o se acabó o no se acabó el mundo. Yo, amante de causas perdidas, me voy a quedar con la primera, quizás sí se acabó el mundo, pero el punto es que ni siquiera nos dimos cuenta, pues cada uno estaba demasiado ensimismado en sus cosas como para advertir que algo se derrumbaba alrededor.

Estirando el argumento, el mundo se termina, o más bien, mundos posibles son aniquilados cada vez que tomamos una decisión, pues ésta inmediatamente termina varios cientos de posibilidades que ya no serán nunca más. Siendo más drástico, cada vez que algo muere dentro de tí, o alguien fallece, un mundo completo se nos va, pero lo más terrible de todo, lo más duro de aceptar, es que el resto parece seguir dando vueltas como si nada, ajeno por completo al dolor de quienes vivieron y sufrieron la partida.

Tal cual fue el 6 de junio que recién pasó, el mundo pudo acabarse para muchos, pero el resto continuó con su rutina diaria, haciendo súper tangible esa frase que dice que el mundo es ancho y ajeno. Y mientras escribo esto, escuchando "Stay away" de "Alice in chains", no puedo dejar de escuchar a un vecino de la casa contigua que sufre ataques de pánico, el causante quizás de este post que transpira alegría, él grita, llora y maldice, como si no pudiera sobrevivir al mundo que lo rodea, como si su mundo fuese insufrible siempre, como si un mundo feliz se hubiera acabado para él hace rato, y no existiese siquiera la posibilidad de disfrutar de él.

Que ganas de gritarle ¡¡DESPIERTA WEÓN, el mundo no se ha acabado pa'tí!!.

Pero en fin, para graficar lo que debe ser el fin del mundo, mejor me apoyaré en las palabras de W.H Auden, el lo resume mejor que yo:

Que paren todos los relojes, corten el teléfono.
Eviten que el perro ladre dándole un hueso jugoso.
Silencien los pianos y, con un sonido suave traigan el ataud,
dejen venir a los deudos.

Permitan a los aviones dar círculos en lo alto
Escribiendo en el cielo el mensaje: ella está muerta.
Coloquen crespones alrededor de los cuellos blancos de los servidores públicos
Permitan usar guantes negros de algodón a los policias.
Ella era mi norte, mi sur, mi este y mi oeste
Mi semana de trabajo y mi domingo de descanso
Mi mediodía, mi medianoche, mi conversación y mi canción
Pensé que el amor duraría para siempre, me equivoqué.

Ahora no se necesitan las estrellas, sáquelas todas;
Llévense la luna y desmantelen el sol;
Vacien el océano y limpien el fondo;
Pues nada, ahora podrá ser como antes.

sábado, junio 03, 2006

El tiempo extraño

Hay un tiempo extraño. El tiempo que carga la inminencia, es decir, aquel que transcurre ante un acontecimiento que ocurrirá o dejará de ocurrir pronto, de pronto, casi sin espacio alguno para la duda.

Creo que en la segunda guerra mundial hubo también una guerra extraña, una que se llama así también porque transcurrió en un tiempo con el mismo nombre, aquel lapso entre la declaración de guerra y el momento en el cual se desbordó el horror. Pero el tiempo extraño no tiene porque estar asociado sólo a la brutalidad, aparece también cuando conoces a alguien, y algo hace click, llámalo química, presentimiento, atracción, destino o endorfinas, pero sea lo que sea lo que lo gatilla, sientes sin duda alguna la inminencia, tal cual sentía Huidobro por su madre que hablaba como un dirigible que iba a caer, o tal como sabes que vendrá un trueno tras un relámpago.

Y esto es muy atípico, porque siempre el transcurrir para nosotros parece gobernado, desgobernado mas bien, por lo aleatorio, por un proceso estocástico que modelamos mediante nuestra libertad. Entonces este lapso raro es un accidente, pues en el se maximiza la probabilidad de ocurrencia de un cierto evento, como si pudiésemos encontrar su primera derivada para luego verificar la condición de segundo orden.

El tiempo extraño pese a todo lo anterior tiene algo muy poco atípico, y es que es tiempo al fin y al cabo, es decir, se va mientras fluye montado en una flecha lanzada en dirección de la entropía. Pero este rato es extraño dije, y lo es porque fluye contenido, es decir ese dardo volará sin duda alguna, pero terminará clavado en un evento, aquel suceso esperado con inminencia, ese a todas luces inevitable, aquel que tomará la flecha mientras vuela para detenerla en el acto, transfomando su momentum en calor, o en lo que nos atañe, para transformar el tiempo extraño en simple recuerdo.

jueves, junio 01, 2006

Las cosas

Son algo inanimado, carente de sentidos, sentimientos, inteligencia o comportamiento. En todo lo que nos rodea están presentes, de hecho lo que nos rodea, en buena parte, esta formado por ellas.

Pero algunas están impregnadas de nosotros, de sombras propias o ajenas, pues su presencia invariablemente nos trae algo al presente. Un buen momento, lugar, recuerdo, un pensamiento, un "algo" que les entrega significado, uno único, absolutamente subjetivo muchas veces, y por lo mismo inexplicable, pues nace de la experiencia más profunda y propia.

Cuando sientes un vacío grande dentro de tí puedes confundirte, creyendo que con cosas puedes llenar de significado tu angustia. Y entonces vas por ellas, compulsivamente a veces, consiguiendo, comprando un poco de felicidad transitoria para olvidar el dolor. Y te llenas de cosas, sólo para que una vez que pase el frenesí te sientes a contemplarlas vacías, sin significado, sin la más mínima huella de que esa brisa de un algo especial paso por ellas o gracias a ellas.

Esas cosas, las que adquiriste sólo por olvidarte de tí mismo, sólo por cambiar intentando dejar de ser tú, no son más que una pildora azul, una que te anestesia del mundo real, llevandote a uno paralelo, imaginario, en el cual es más fácil todo, pues simplemente están las cosas para darle significado al día a día, ¿te sientes mal?, compra algo pues. A mí me gustan más las otras, quizás sea un afán un poco masoquista claro, pues equivale a elegir la pildora roja, la que nos lleva al mundo de verdad, al que duele a cada rato y en el que es duro vivir.

Pero es lo que hay, al menos en ese el mundo son los afectos los que le dan significado a las cosas y no viceversa. Siempre, por sobre todas las cosas.