No me gusta el reggaetón.
Pero por esas cosas de la vida, que tienen que ver con trabajar, ayudar a un amigo, y con que el cliente tiene siempre la razón, este 18 escuché al menos unas 15 hrs seguidas de reggaetón.
FUERTE. NO ES FÁCIL.
Y claro, estoy seguro que a muchos les encanta, por algo se formaban grupos a hacer coreografías para bailar a Daddy Yankee, Reggaeton boys y Residente Calle 13. Pero a mi, treintón outsider, después del undécimo tema mas o menos, me produjo un efecto anestésico, un adormecimiento provocado porque en el fondo (y también en superficie) todos sonaban idénticos, y al rato todo parecía lo mismo, y en verdad, todo daba igual.
El punto es que eso también pensaban, o dejaban de pensar, quienes disfrutaban la musica en el local, o sino no hubiera quedado el desastre que se armaba cuando empezaban los sones inconfundibles del himno de este 18 de septiembre que se fue:
Atrévete te te
Salte del closet
destapaté
quitaté el esmalte
deja de tapaLte
que nadie va a retratarte
Levantaté ponte Hyper
Entonces, sea porque estás anestesiado, por el cansancio acumulado de trabajar-vivir ahí, por las ganas de pasarla bien un rato, porque son las 4 de la mañana, o quizás (cuesta incluso decirlo), porque al final de todo no es tan malo el reggaetón, entonces, sin saber como ni cuando, te das cuenta que estas llevando el ritmo. ¡OH SORPRESA!!!, mientras recuerdas que alguna vez te gustó el heavy metal, ahí, extrañado, dejas inmediatamente de mover los pies, y te das cuenta tus dedos llevan el tema sobre la mesa como si se mandaran solos.
Y la canción sigue, mientras la multitud en trance vibra, grita, pelea, saltando al ritmo de un candombé hip-hop. Miras alrededor, te das cuenta que estás de espectador y que en realidad puede ser aburrido siempre estar dándole vuelta a las cosas, especialmente si estás pasando 20 hrs diarias trabajando con Daddy Yankee de música ambiente .
Ahí miras al suelo, divisando una delgada linea roja...te frotas los ojos (¿¿línea roja??, ¿desprendimiento de retina?), y no, ahí está, claramente dibujada, esa que te dice que para ser actor basta simplemente dar un paso, que es inútil atarte al timón, y que aunque sirviera, es bien monótono o latero hacerlo siempre. Imaginaria, cercana y lejana a la vez, esa raya divide a los analistas compulsivos de los gozadores impenitentes.
En ese momento, mientras ves que alguien agarra una silla para arrojarla a no se quién y a no se dónde, divisas que otro cae al suelo nuevamente, terminas de comerte una empanada de almuerzo-cena, mientras sirves el enésimo destilado de melaza TQL (¿que diablos será eso?), simplemente, en ese instante, das el paso, y te das cuenta, por cinco minutos al menos, que en realidad, el reggaetón puede no ser tan malo al final de todo.
-Relax man. Calmao socito.
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