miércoles, octubre 31, 2007

Soda


Hoy canta Cerati.

Y lo hará esta vez en Ñuñoa, en un lugar donde ya lo hizo hace unos días atrás, en un escenario distinto, pero igual al que lo hizo cuando cantó en Nuñez.

Hoy canta Cerati, aunque en verdad toca Soda, y no tengo entradas para ir a verlos. Pero seguro que cuando estén sonando en ese escenario que se yergue en el interior de un estadio ubicado en un lugar que lleva por nombre Ñuñoa, pensaré en los temas que quisiera escucharlos tocar.

Tal vez, con unos jeans de color indefinible, y jugando a encender y apagar un encendedor, pensaré en una sucesión de nombres como El Rito, Hombre al agua, Luna roja, Séptimo día, La ciudad de la furia, Signos, Trátame suavemente, y claro, en La cúpula.

Y luego, en una de esas, me tenderé en el piso, esperando ver llegar la noche. Para cuando la oscuridad me rodee, la recibiré susurrando Prófugos, cantando justo ese pedazo que dice que no tenemos donde ir.

Y ahora que lo pienso , tal vez me acabo de acordar que hoy toca Soda pues no olvido que faltan 11 días. Entonces llegará el día aquel que ahora mismo preferiría no llegara, en donde ya no tendré más 33, y tendré más ganas que nunca que, simplemente, juntos seamos prófugos los dos.

miércoles, octubre 24, 2007

Mónica

Foto: Luis Sotomayor

Hay un soplo ambiguo en este día que comienza, es una jornada desteñida, empapada con el sopor de una mañana de provincia. Apenas, algunos trazos incompletos bosquejan la idea de una ciudad celeste indecisa, que arrastra una madrugada que no tiene el ánimo de largarse del todo.

Esta mañana, beige sin duda, carga la ambivalencia, la amarilla felicidad que trae la luz, contrastada frente a la realidad decolorada. Es que quizás este amanecer simplemente llama a acurrucarse bajo los destellos de un sol que despierta, pues no es más que una jornada híbrida de domingo trasplantada a la semana sin pausa.

- Discrepo.

En una mañana como ésta no hay ambivalencia. Al contrario, la tibieza de la piel es el contrapunto, la contradicción a cualquier día mediocre. ¿Sabes?, te lo diré de otro modo, es el momento en que quisiera sentir entre mi blusa el contacto de unos dedos, el roce tibio de labios que me ericen la piel, o unas suaves mordidas estratégicas, tendida sobre un campo abierto, verde y amarillo, sembrado de hortensias lilas.

- Mmmm. Sin cardos, supongo.
- Sí, y no me mires de ese modo. Tal cual, como esas que le dabas a la italiana.
- Quizás no era italiana, sólo hablaba italiano.
- No intentes confundir. Sé que era italiana, y apuesto la llamabas Mónica.
- No haré más declaraciones al respecto.

¿Entonces?, ¿te quedarás ahí con cara de militante obediente?, ¿o terminarás de una vez la charla, entretenida claro, pero más opaca que un ramo de caricias y bastante menos intensa que unos besos rojos como claveles?

- Tú y tus metáforas.
- Tú y tu italiana.

martes, octubre 16, 2007

Leone

Foto: Joao Luc

Luna llena.

Se asoma queda, entre los cerros, pintada en el cielo azul que se tiñe de negro. En el monte, la tarde se va con toda prisa, cediendo terreno a la oscuridad. Afirmo la rienda, y me muevo despacio para evitar resbalar quebrada abajo. Vamos en silencio, sólo se oye el sonido de las herraduras contra las piedras y el resoplido de los caballos que buscan instintivamente la huella.

Al fondo, entre las sombras, al fin vemos el carruaje gris tirado por dos caballos, y rodeado por cinco jinetes. Nos detenemos al borde del risco tras un boldo añoso. Respiro, y el aroma de sus hojas me recuerdan el té que servía mi madre puntualmente a las 7 de la tarde en ese tiempo que ya se fué. Adivino el brillar metálico de un cañon de escopeta a mi lado, semi oculta bajo un poncho negro. Instintivamente me llevo la mano a la faja, y tiento la culata del revólver mientras los caballos mueven sus orejas nerviosos.

La luna llena está en lo alto.

Nos movemos cautos buscando el paso más angosto de la quebrada, musita el arroyo a nuestro costado, y comienza el cantar de ranas y grillos. Llegamos al lugar, nos dividimos en dos grupos, uno a cada lado del camino. Bajamos de los caballos, y uno los retiene unos metros más atrás con terrones de azúcar entre litres y maitenes. El aire huele a bosta de vaca y a boldo, vuelan mosquitos, y el viento nos pega en la cara. Nadie habla mientras cargamos las escopetas, nos lanzamos al suelo y dejamos en él cada revolver.

Se acerca el caminar rítmico de los caballos y el chillido del girar del eje del carruaje, al frente, dos jinetes, otro al costado derecho, y dos atrás. Uno de ellos enciende un cigarro, y alcanzo a ver su barba cobriza en el preciso instante en que traspasa la linea imaginaria que une nuestra posición con la del otro grupo. Nos levantamos de pronto, y sin decir absolutamente nada, disparamos juntos rompiendo la noche. Ellos a los jinetes, yo directo al carruaje por su costado izquierdo.

La luna está roja.

Como la canción, pienso, y agotado me dirijo del cuartel a mi casa por enésima vez, mirando de reojo el mar negro. Día viernes, mientras miro por la ventana las calles que comienzan a llenarse de chicas que visten falda corta y medias oscuras golpeando rítmicamente sus pies contra las aceras para entrar en calor. Detenemos el furgón, cumpliendo el rito de revisar sus documentos, y partimos nuevamente entre las ondulantes calles que trepan el cerro. Bajo a dos cuadras de mi casa, en el lugar más angosto de una antigua quebrada donde alguna vez musitaba un arroyo. Me despido, me saco la gorra, arreglo mi camisa y camino, mientras allá abajo las chicas de falda corta y medias oscuras mueven los pies para entrar en calor.

Al llegar, golpeo las botas contra el suelo para sacarles el barro, amarro mi alazán color tiza y noche, le saco la silla y me la echo al hombro, mientras en la otra mano aprieto mi winchester aún teñido de pólvora. Abres la puerta, siento tu olor, me abrazas fuerte, y mientras beso tus brazos y muerdo suavemente tus hombros, me tomas de la mano y me conduces adentro susurrándome al oído, io ti voglio benne caro mio.

Questa macanza me fa amare di piu. No posso essere senza de te, ma sono convinta de sono in te. Debiamo essere insieme dopo essere persi in questa lontananza.