sábado, diciembre 20, 2008

Temblores


La tierra tiembla este fin de año, habla interrumpidamente, pero se hace notar con movimientos intensos, de corta duración. A ratos eso no le basta, así que ocasionalmente se acompaña de un zumbido sordo que se desplaza desde su centro hasta aquel que concentra todos nuestros temores.

En verdad, no es novedad que la tierra se remezca en diciembre, al menos no literalmente, pues es el mes que elegimos para cerrar el año, completar un ciclo en donde la luz alcanza su victoria el 21 en el solsticio, celebrar la esperanza el 25 y recibir una nueva oportunidad el 31.

Se seguirá moviendo la tierra, no hay duda alguna, así que sólo queda abandonarse al destino, ya que la conciencia de la inutilidad final del esfuerzo humano puede ser lo que realmente nos remece en diciembre. Nos hace tambalear el saber que al completar el giro nada somos una vez más, y que sólo la felicidad dada y recibida, el valor de lo simple y lo cotidiano, es lo que nos regala un poco de luz, para hallar sentido a la vida, y darnos cuenta de lo felices que realmente somos.

jueves, diciembre 18, 2008

Puerto

Foto: Rubén de Almeyda

Tan sólo caricias incompletas, apetitos ávidos de segundos que fluyen sin ser devorados podrían crecer en este puerto herido.

Caminos álgidos, y besos tenues, pabilos consumidos al ritmo de las olas que llevan sin traer.

No crecen prados en esta ciudad soñada y bebida al ritmo de la tragedia del amor inconcluso y el cariño arrendado.

La ternura en diáspora y la caricia célibe han sido expulsadas de los barrios turgentes de noche,
de maquillajes y deseos hechos a medida,
de amores caídos como aguaceros, que van y vienen en la marea del tiempo.

Soñados como el mar somos,
soñados en la penumbra,
entre la fragancia de una piel que no es tuya,
en ojos que duermen atravesados de almas canalizadas por el pulso de calles moribundas y el gritar mágico de caricias hechas lágrima.

Fumo tu compañía como quien dibuja y soterra la noche,
acaricio tus ojos como quien clama al cielo sin pronunciar palabra.

Un pastor mudo ante un pastizal teñido de ovejas degolladas.

Me callo y enhebro palabras, recordando tu piel de escarcha,
lacerando aceras grises, quemando tu memoria de estrella grácil.

Una oveja negra despreciando compañeras apacentadas de resignación.

Inerme y silente ante la noche.
Inerme y tránsfugo en tu fábulo cariño.
Inerme y devastando tus labios de marítima nieve.

jueves, diciembre 04, 2008

Adiós

Foto: Loomings

Nosotros,
pasajeros en trance.
Díscolos transgresores de la gris existencia.
Sueños de Dios en perpetuo movimiento.

Nosotros,
habitantes de la noche estrellada y los mares invisibles.
Acompañantes de la bruma,
aceras, cigarros incompletos y música de neón.

Esperaremos el crepitar de las olas cuando nos sepulten bajo la hierba taciturna,
la llaga del frío mar que nos arranque del reposo enmohecido.

Nos rebelaremos al abrazo de la tierra soleada,
quebrando el espejo líquido en el mar que rompe.

Nosotros,
huiremos de la sábana verde que nos convierta en recuerdo,
para ir al mar,
para encontrarnos donde todos marchan,
para estar felices,
para estar vivos nuevamente.

"Abrid Esta Tumba,
Al Fondo de la Tumba Veréis el Mar"

domingo, noviembre 30, 2008

El buki

El mar estaba engañosamente llano. Una que otra ola se filtraba generando resaca. La playa tranquila, la arena gruesa molestaba algo al caminar, mientras una brisa soplaba lento, recién en dirección al mar, pues ya llegaba la tarde.

La fiesta de matrimonio ya había perdido toda formalidad. La novia, descalza, bailaba con una niña vestida de blanco con flores en el pelo. Los tragos abandonados entre la arena, mientras alguno le metía conversación a las madrinas o invitadas.

A esa hora sucedía, cuando los globos ya están en el piso, las botellas vacías, los vasos marcados de rouge y huellas digitales, el instante aquel en que nadie lleva corbata, cuando alguno que bebió demás entra en el trance del silencio, o cuando otro trata por todos los medios de conquistar alguna chica vestida de plateado. A esa hora sólo le faltaba la musica. Un saxo, Charly Parker, "Lover Man", ese disipar de notas lentas, cadenciosas, invocando el letargo agradable que viene despúes de la catarsis, el adorno de esa sensación de vacío que acompaña a los solitarios.

Mirando a las amigas de la novia, parecía posible del todo entrar al recinto demarcado por trozos de tela blanca al viento, acercarse a una, sin la ceremonia de las preguntas de rigor, innovar y tan solo tomarle la mano, sosteniendo un trago en la otra, y bailar, bailar hasta que el mundo se acabara.

Pero no, no hubo Charly Parker, menos "Lover Man", tampoco notas de piano con chica descalza de vestido rojo sobre él, sólo una tarde de sábado que parecía más llena frente al mar de noviembre. Justo entonces, un tipo vestido de blanco, se dirigió al pc, ajustó algo, y comenzó a sonar la música. No estuvo Maribel Verdú, sólo Marco Antonio Solís acompañó el baile frente al mar bajo el cielo abierto. En vez del bop, "El Buki" celebrando la alegría de dos desconocidos que decidieron la locura de casarse.

No hay nada mas difícil que vivir sin ti
sufriendo en la espera de verte llegar
el frío de mi cuerpo pregunta por ti
y no sé dónde estás
si no te hubieras ido sería tan feliz

sábado, noviembre 22, 2008

Resistencia

Foto: Pilargonal


No te dejaré caer.

Aunque tu afán se rezague,
el cielo no responda y la tierra brame,
no te dejaré caer.

En esa pena incombustible,
en ese desaparecer de agua.
No recogeré tu mirar de la fragmentada tierra yerma.

Ni aunque renuncies,
o cedas callada.

No levantaré una cruz por tí,
ni redactaré epitafios de barro en tu nombre.

Ni aunque llores tu tristeza escondida,
o te cubras de calma para esconder tu espera.

Ni si te apagas o huyes.
Ni aún así.

No te dejaré caer.

sábado, noviembre 15, 2008

Refugio

En este enredo innombrable,
cruce incesante de vidas y soledades,
tráfico de cegueras, indefiniciones, tonterías y notarios,
tu cariño es el refugio, punto final a todo devaneo,
el crisol que funde la esperanza y certidumbre de haber vivido,
haber vivido bien y haber vivido todo.

martes, noviembre 11, 2008

35

Foto: Trasquete

En esta ciudad prevalente, poblada de polillas, rodeada de árboles dibujados por luminarias. En esta calle de oscuro espanto y brillante despertar, doblada en esquinas manchadas de madrugada y cerveza derramada.

Entre las carcomidas avenidas, la rala maleza, y los bandejones salpicados de pétalos. Entre los prados, la playa y su arena negra, los afectos semidormidos y el tupido cielo perlado.

En este día/Entre estos pasos.

Riela aún el amarillo de ese mar sólido formado por colinas y girasoles de Castilla La Mancha. Abriga su luz, el calor, la brisa de incendio y molino.

Canta el día entre empedrados y el cielo abierto de El Retiro, se filtra luego el residuo de la noche, bajando por La Latina. Se derrama la tarde en el azul sin límites, en la blancura de tu piel para fluir inequívoca, ímproba, junto al torbellino de ese sol que se consume.

Hoy escucho temas de Van Morrison, Elliot Smith, Nick Drake y uno de Peter Sarstedt. Leo saludos, contesto llamadas, abro los regalos que da la vida, y muevo la cortina para ver que el día en que cumplo 35 es amplio y luminoso.

miércoles, agosto 13, 2008

Insomnio, manifiesto y despedida

Foto: Sakura

1. Insomnio.

04:00 hrs. El cielo falso sobre mi casa apenas se distingue entre la oscuridad que aún no comienza a irse. Nadie diría que en un instante amanecerá un nuevo día, uno irrepetible. La lluvia golpea el techo, rasguña incesante, crepitando su mensaje oculto, sin letras, sin vocalizar ni escribir.

No puedo dormir ni soñar, sólo recordar que muchas veces sueño.
No vivimos de sueños, pero vivimos por ellos.

2. Manifiesto.

A veces sueño que tus palabras y las mías se entrecruzan,
sin más,
lanzadas al aire, escritas en hojas otoñales.
Poesía que no nace, océano que no rompe.
Signos azules garabateados en libretas anilladas de papel roneo,
pegoteadas como el caminar del condenado.

A veces sueño que nuestro hablar se diluye en una diáspora ebria,
fuegos fatuos sobre la tierra agreste y el negro océano.
Una mancha de sangre en cada fonema,
rojo de vida, henchido de carne.

Entonces el metal de nuestra voz tiene sólo una patria,
el monte y las islas, la noche tránsfuga, los bares junto al mar,
el calmo recodo perdido entre los pliegues del mundo.

A veces despierto, y entonces nuestras voces callan,
inútiles, absurdas,
tragadas por el murmullo blanco.
Se apaga entonces todo en recuerdos póstumos,
el océano en llamas se extingue,
y la ciudad nos devora en su pléyade de prisas
y obsesiones plásticas.

A veces despierto, y prefiero seguir soñando.
A veces tengo realidades, y quiero tener promesas.

3. Despedida.

Hoy, jornada y círculo con lluvia de madrugada, todo se conjuga construyendo la antesala al lanzamiento, al acto ciego de impulsarse sin más ni menos después de repetir el mantra, el que susurra que la vida está en este instante, el que se acaba cuando cuando el agua araña machacando las rocas, y la luz se posa sobre la arena deshecha y las gaviotas entumecidas.

Ahora prefiero el espacio abierto que unge la tierra, el mar libérrimo, desatado de nuestra incapacidad de darnos cuenta que somos felices aquí y ahora.

Ahora prefiero el frío agosto previo a la primavera, el silencio mas allá de la capa líquida que llega a morir a nuestros pies.

Acá, pisando el reflejo húmedo que dejan las olas para caminar entre las nubes, ya no hay mucho más que decir. Sólo lanzarse a correr, cerrando un gran paréntesis o abriendo un pequeño intervalo de duración incierta.

"Persiguiendo un sueño innombrable, inclasificable,
el sueño de nuestra juventud.
Es decir, el sueño más valiente de todos nuestros sueños
"
(R. Bolaño)

Me despido amigos, vacaciones de tiempo indefinido, un hasta pronto probablemente. Los seguiré leyendo, gracias a todos por hacer patria dejando su huella y parte de sí en esta pequeña esquina del mundo.

sábado, julio 12, 2008

Llegada

Foto: Jorge Santos
Me marcho,
y la noche se queda conmigo,
en mi boca llena de sed,
en mi paladar lleno de cigarros derruidos.

Y mi ropa se empapa de oscuridad,
mi caminar de callejas sinuosas,
de ires y venires sin ton ni son.

Los perros acechan y duermen en el frio,
su silencioso padecer se desentiende,
en un circulo que se completa en si mismo.

Las veredas callan mientras la noche se queda conmigo,
y yo me marcho,
siendo el mismo y no siendo nunca más el que soy.

Abriré mi habitación vacía,
mientras canta la noche enmohecida, calmada y cancina,
hueste deshecha en la batalla del día.

Abriré la puerta y me quedaré con la noche,
guardando en mi, lo que se fue del día.

lunes, julio 07, 2008

Imagen de ti

Foto: Jovelino Matos

Caen las palabras al son del aire cortado,
de la brisa marina que sopla tras los vidrios tiznados.

Pasmado, contemplo,
y se desgranan las estrellas cuando alzas tu mano,
ebrias, ante tu belleza de sirena.

Y en la imagen que dibujo de ti,
no hay momento que fluya entre nosotros,
ni marchita luz que ocupe el espacio que nos separa.

Llenando todo rincón, jaspeando callejas,
en la dicha que empapa como aguacero,
está la imagen que dibujo de ti.

Y he buscado la imagen que dibujo de ti,
entre olas, descascaradas paredes medianeras,
ciudades blancas y pastos sutiles.

Entre todo y todas,
en la sonrisa que anuncia tu llegada,
enhebrando diálogos y segundos pisoteados,
he buscado la imagen que dibujo de ti.

A esta hora distante, apaciguada,
segada por la trilla del tiempo,
la imagen que dibujo de ti ya se marcha.

Y reconozco que comienzo a quedarme tranquilo y feliz,
me despido de la imagen que dibujo de ti,
y comienzo a quedarme contigo.

sábado, junio 21, 2008

Vila

Bailas,

Y la música se desliza, sedosa, acariciándote. Cierras los ojos levantando los brazos, cruzándolos sobre tu cabeza, mientras tu pelo es un torrente que brilla y refulge, bajo la luz negra contenida por las paredes.

En ese ritmo me pierdo en tí, en la soledad y tristeza que irradias entre la textura de este instante diáfano. Te marchas, pero tu cuerpo se queda, acunado en el segundo de un océano que se quiebra.

Te observo,

Y tu presencia se recorta, dibujada contra las volutas que permean la luces y el tumulto. Poco a poco coincidimos, mientras adivino una línea translúcida surcando tu mejilla.

El rojo del cigarro brilla entre tus dedos. Fumas, fumamos, la luz riela la lágrima que te atraviesa. Mi mano en tu cintura, y la música que se deshace y cae como las hojas cuando comienzas a secar tu cara con el dorso de tu mano.

Conversamos sin hablar en un rincón de ladrillos gastados, y tu huída sin pausa obsequia la belleza del abandono. Cuando la noche ya se marcha, y la gente es un torrente vaciándose a la calle, guardo tu teléfono junto a tu recuerdo, me prometo llamarte mientras la farolas se apagan, y comienzo a escuchar el diálogo de mis amigos que comentan que el local estuvo horrible, y que lo han pasado pésimo esta noche.



lunes, junio 09, 2008

Paz

Sabes bien que me gusta la noche y los espacios que ella encierra. Esos lugares llenos de humo, luces y voces que se mueven de aqui allá, buscando, aferrándose al instante que se cimbra mientras los minutos pasan y los vasos vacíos se van con ellos.

Será quizás porque en estos locales siento mejor que nunca las miradas que se tejen, y los cariños parecen menos fugaces cuando la noche transcurre lento. Será tal vez que esos momentos, ajenos al mundo, lejanos del resto de los días, parecen más cotidianos, y forman el sitio preciso para imaginarte fácilmente, sentada en cualquier improbable rincón, sin ese silencio que acompaña invariablemente la imagen que dibujo de tí.

Mientras la cerveza se acaba, y los cigarros queman el momento, parece inevitable la llegada de ese pronto andar que con su cadencia despertará ese inquietante susurro. Volverá entonces el camino ensoñado, el estar sin estar, y el silencio que arde.

Apago el último cigarro, bajo el sorbo final de cerveza, y me alejo del ruido para entrar al estruendoso silencio de la noche en El Puerto. Camino, y entonces, a propósito de nada, descubro que la noche brilla, que el frío quema la piel pero no hiela el alma, y que la soledad, aunque aún presente, dejó hace mucho de ser el hierro que marca cada instante. Entonces, simplemente sonrío, respiro hasta sentir el aire helado en los pulmones, miro a la chica de pelo largo y ondulado que con un libro bajo el brazo sube la calle, y bajo en dirección contraria por las aceras para dirigirme hacia el mar, para dirigirme finalmente a casa.

domingo, mayo 18, 2008

Improviso

Foto: Joao Luc

Como la puerta que se abrió cuando llegaste,
súbitamente llueve.

Y manchada de luz,
improviso caía entonces la tarde.
Amarilla, coronada de sarmientos,
vestida de otoñal ocaso.

Hoy, como el ruido que arrulla las olas,
simplemente llueve.

Abierto luce el mar,
herido de aguaceros,
libre, inquieto,
bebiendo el agua que mezcla en él
su prófuga letanía.

Y en el frío de la tarde los días áridos
se despiden como recuerdos mustios.

Es la hora tenue en que sólo el agua restalla,
cuando las palabras son inútiles e imperdonables excusas.
Es la hora en que nos cerramos sobre nosotros mismos,
tiempo que se encuentra a sí, momento de caracoles.

Es el día que todo y nada cobra sentido,
cuando los silencios son sonidos profanos.
Es el día de la contradicción,
del abrazo y el cariño con manos y brazos que sobran.

Es hoy cuando sólo las miradas buscan,
cuando serenas reciben al cielo que por fin viene de vuelta.

Distancia


(Del lat. distantĭa)


Para entender lo que es la distancia se debe tener previamente una idea de lo que es el espacio, es decir, ese tramo que yace entre lo que es y uno desearia que fuera, o enunciado de otra manera, aquello que se interpone entre lo que uno no dice y hubiera deseado decir. Abusando de las definiciones, podría conceptualizarse como la separación entre la presencia del estimado lector de la presencia que quisiera junto a sí mismo en aquel instante especialmente vacío y callado.

Es que la distancia es proporcional a tantas lecturas como silencios vas sintiendo mientras transcurre el día. Y su presencia, pocas veces eludible, sólo acrecienta el deseo, el de mantenerla presente en caso de necesitado apuro, o el de eliminarla de manera categórica en ocasión de persistente inconformidad.

La distancia mata, pero también alimenta y da vida. Como desamor y amor, deseo y rechazo, todo en el mismo frasco, todo lenta y pacientemente escaldado. La distancia es un fuego híbrido, el mismo capaz de inflamar un viernes por la noche y de apagar una apacible mañana de un domingo.

Dato: Agregue espacio y soledad en un mismo recipiente, agite y tendrá distancia.

domingo, mayo 04, 2008

Chaitén

Foto: Emol
Chaitén resiste,

Y las calles son páramos que sueñan a las personas que caminaron por ellas. Sus pasos, hoy parpadeos en esta vida en tránsito como ceniza.

Futaleufú resiste,

El río grande, como la Patagonia, la Trapananda, los mañíos, lengas, coihues y cipreses. Y los chucaos cantan entre la lluvia mientras el Puelche arrastra polvo sobre las melgas, el ganado agoniza, y el día se parcha de noche, mientras queltehues y traros se envuelven de blanco, mientras el tiempo, el frío, y los hielos detienen su huída para contemplar el canto que sepulta todo.

lunes, abril 21, 2008

LLuvia

Foto: Sandra

En esta febril tarde jaspeada de espinos,
tráeme el sueño frío de los bosques derribados,
el vuelo impredecible,
la azul llanura que arrastra la mirada hasta perderla.

Que al anochecer nos bendiga la lluvia calma,
líquida persistencia infiltrada en el pavimento crispado,
hondo anhelo que fecunda la semilla ardiente.

Que mojada estalle la entraña telúrica,
empapada brote anudada a su amante de una noche.

En este tarde sin calma, tráeme el sur oceánico,
el viento,
la estrella,
el crugir lento de la barca que lleva tu nombre.

miércoles, abril 09, 2008

Sequía

Foto: Wweegee´s

Es la hora en que callamos confusos, mientras el torbellino de siempre nos arrastra, y en este silencio que se expande añoro la lluvia que no cae, mientras el frio sigue llegando y la sequía impávida se come nuestro mundo y nuestras palabras con él.

Y es en este silencio feble, el que sigue a la hora en que callamos confusos, cuando abres la puerta del pasado para simplemente llegar a casa, abuelo. Cansado, como tantas veces, cantando a Gardel, alimentando zorzales, o llamando a las bandadas negras sobre los cerros amarillos, los mismos que entonces lucían llenos de boldos, maitenes y litres.

Entonces llegas también abuela. Tejiendo ropa, enrollando lana, rodeada de hortensias lilas, de flores rojas sembradas en macetas de greda áspera, entregando cariño como quien siembra trigales, en esa pequeña casa plena de instantes.

Y viene de vuelta el olvido, el sonido sin filtar de la radio, los programas de carreras de caballos sobre la mesa de madera, subrayados de tinta azul con la fe del profeta y la esperanza inexplicable. Afuera, el minúsculo patio se multiplica, trasciende y florece.

Es en esta hora sin tiempo cuando todo se reúne en este instante débil como el azar. La ciudad que ya no existe más deja de estar perdida, mi calle se cubre de pastizales, y la sequía que nos devora parece retirarse, derrotada, a su refugio de palabras mudas como sepelios.

jueves, abril 03, 2008

Cristina

Foto: Cristina's World (Andrew Wyeth)

Y en la colina tibia que yace bajo la inmensidad del cielo que rota, sabes que llegar a casa será el triunfo de hoy. Sabes que buscarás como siempre dentro de tí hasta hallar el océano en tu pecho, el horizonte sin límites que te convide a levantarte de pie ante todo y ante todos.

Por la hierba segada vas deslizando tu cuerpo, quebrado reflejo de tu alma, recorriendo el pastizal quemado, mordido por el sol, marcado por la trilla y el viento. Te encuentras luchando en el sinuoso suelo, vestida de belleza, de la dignidad que te regala tu pelea incesante.

Y el destino en la hora sin sombra tiembla ante tu espíritu rebelado entre la hierba seca y cortada. Sola, siempre sola, cada vez más cerca de tu hogar firmemente trazado contra el horizonte estéril.

Todo parece girar al compás de tu determinación. Todo parece centrado en el eje de tu voluntad que pasa por tu corazón.

Las rodillas se te dañan, ramas secas lastiman tu rostro, y tus dedos se doblan cuando debes arañar la tierra tibia.

Siempre, de pie como nadie.

Sabes que el mañana llegará, tal cual el hoy siguió al ayer. Afuera, el silencioso cielo seguirá mirando a quienes no sabemos, a quienes no podemos darnos cuenta, a quienes no logramos sentir la tierra en tus manos laceradas, o el dolor de la fragilidad que desafía tu alma cuando te arrastra contra el pastizal quemado, mordido por el sol, marcado por la trilla y el viento.

Mientras debes arrastrarte para llegar a casa,
Mientras logras el triunfo de saberte viva.

domingo, marzo 30, 2008

México


Foto: Estevao la fuente

Te recuerdo,

Ahora que se cuelan las personas por las comisuras de la ciudad. A esta hora muda, en la que vuelan asincrónicas luces eléctricas por caminos delineados de fosforescencia fría.

Ahora, mientras la ciudad trae su zumbido escondido tras el velo difuso de la noche, quisiera mostrarte el mar sin luna que yace más allá de la maraña ineludible que lleva y trae tu día a día.

Te recuerdo,

A ti, que tan distinta eres de quien ahora escribe. En el taciturno instante de esta noche impávida, durante el momento que comienza a nacer en la hora en que muere el día.

A ti, que cuan lejos estás y tan cerca siempre estuviste, cuando todas las palabras están dichas y en el preciso instante en que quizás cansada vuelves a casa una vez más.

Ahora,

Tan sólo obsequiarte un respiro puro y frío, frente al trozo calmo de azul cobijado bajo el amarillo parpadeo incierto de las farolas.

Y en la orilla, al inicio del camino que siempre va y viene, un silencio en donde nada pase, un silencio que hable sin hablar, llevando y trayendo cada buen momento susurrado al ritmo de cada estrella.

miércoles, marzo 19, 2008

Ennio


Foto: Luis Sotomayor

Ella despertó sin sentir sensación alguna que le indicara si él estaba en la cama a sus espaldas, o ya había partido en algún momento de la madrugada. Eso en verdad no era novedad, ya hace un tiempo que había perdido la capacidad de sentir su presencia sin tener que verlo o escucharlo.

Sintió por un instante el impulso de voltear su cara para verificar si aún dormía, pero la contuvo una certeza que la inundaba hace tiempo. Simplemente, ella sabía que él no podría cumplir su palabra, pues parecía que había algo en el destino que había construido para sí mismo que lo impulsaba inexorablemente una y otra vez por la senda que lo alejaba del camino amarillo.

La brisa cálida se colaba entre las tablas grises sin pulir de la pared.

A las cuatro de la mañana él ya había desatado el potro del palenque. A esa hora revisó el morral, agregó unos trozos de pan, charqui y municiones, agarró la escopeta y partió hacia el monte. El trayecto fue largo, a medida que clareaba el alba los cerros empezaron a lucir más arrasados por la sequía que golpeaba hace ya tres años. Remolinos de viento levantaban la tierra, mientras bandadas de pájaros negros se arremolinaban y escarbaban para mordisquear semillas secas.

Junto al risco se detuvo. Se sacó el guante de cuero raído y apoyó su mano sobre la rugosidad de la piedra tibia y áspera. Entonces recordó al cuerpo de su padre junto a los árboles de troncos grises, con tres balazos en el pecho, y la silueta del caballo sin jinete que llegó a casa de madrugada, mudo mensajero de que él había caído abatido luego de una persecución que se arrastró por años.

Nunca más venganzas-pensó, al recordar fugazmente la promesa que le hizo a su mujer un día de abril. Un para siempre que ahora le parecía tanto, tanto tiempo.

Se acomodó junto a unas rocas, ignoró el contacto del suelo contra sus rodillas, y el olor a pólvora de los cartuchos con que cargó la escopeta se le impregnó en los dedos. A la misma hora en que su mujer empezaba a lavar ropa, empezó a preparar el disparo, aprovecharía el tubo largo de la browning para tirar a mayor distancia. Ya el sol comenzaba a pasar el mediodía y sentía la sequedad en la garganta que le provocaba masticar charqui.

El viento era amarillo y el sudor sabía a sal.

Los dos jinetes se deslizaban rápido entre las sendas, apenas dibujadas entre matorrales, árboles y cactus. No hablaban, la tierra seca les molestaba, una buena excusa para justificar el incómodo silencio. Pasado el mediodía bajaban entre los riscos, implacables como el deber, en busca de la casa de adobe rodeada de pircas de piedra, cercas caídas y huesos de cabras. Ya eran las tres cuando tomaron la última curva.

El sol caía sin piedad mientras esperaba atento la salida del último recodo. Un poco de agua lo había aliviado, y el mismo pañuelo gris que le cubría la cara le había servido para secar sus dedos. Ya oía los pasos retumbar, cada vez más cerca, mientras la brisa traía abejas y el zumbar de insectos.

Esperó tranquilo, sin precipitarse, sólo tendría una oportunidad. Simplemente, cuando vió la primera sombra disparó. El ruido retumbó fuerte, y el eco se esparció lejano, amplificado entre las quebradas a la misma hora en que su mujer, inquieta, empezaba a hacer el pan y sentía el olor a levadura mientras amasaba.

Ya casi era de noche cuando el sorpresivo ruido de las botas y el resoplido del caballo la sobresaltó. Salió lentamente, sin querer adivinar o preguntar, y en el marco de la puerta se detuvo semicegada por los últimos rayos de sol que se filtraban entre los mañíos.

No habría luna en la oscuridad y el cielo perdía su azul.

Para su sorpresa, vió la silueta de dos hombres enfundados en sus ponchos con las escopetas cruzadas sobre la silla de montar mientras los caballos pisoteaban las melgas.

- El no está, dijo fuerte y segura, justo antes de dar la media vuelta y cerrar la puerta de bruces.

Tras la puerta, cerró los ojos, miró el piso de madera gastado, y pensó que a pesar de todo y todos, tal vez aún era posible mantener una promesa. En ese momento, en el monte, una silueta había terminado de faenar un animal y se dedicaba a cargar el potro con trozos de carne para secar y sobrevivir una semana más a la sequía.

miércoles, marzo 12, 2008

Carta abierta

Foto: Olhares

Lo primero es decirte que he empezado a ver de una manera extraña los aeropuertos. Antes nunca significaron la gran cosa, pero hoy son sitios de pasada asépticos que observan desde lejos instantes plenos de emociones concentradas a mil. Para mí, están en la misma categoría que los hoteles, un auto de alquiler, o como la vida misma, ya sabes, en donde mucho o todo puede irse o llegar así de repente, con o sin cierta fecha de término.

-Malditos y queridos aeropuertos.

Te cuento igualmente que aún visito esa plaza. El pasto está algo más ajado y parece mordido por la lejanía, esa palabra que ahora equivale cada vez más a la distancia física que hay entre tú y yo. Aún caminan por ahí las gitanas, y las bancas de madera verde lucen invariables mientras las aceras están cubiertas por perros que duermen bajo el sol, junto a las personas que fuman y escapan de él. Los niños aún conducen bicicletas y raros artefactos por esas huellas de tierra que no llevan a ningún lado. Que sabios son, saben que la felicidad real no espera en lugar alguno, pues simplemente la sientes cuando recorres y disfrutas del paseo de lo cotidiano.

- Colombia, lleva por nombre ese parque.

A esta altura del año, cuando ya entramos realmente en él, y comienzan a disiparse o a concretarse nuestras ilusiones de diciembre, el mar ya no tiene ese color verdoso oscuro, semi hostil e irredento de los días de verano. Tampoco luce batido ni cae fuerte sobre las playas o encima de las agrietadas rocas grises y azules que cubren el occidente de la avenida. Nada de eso. El agua lleva un extraño sosiego, incluso la sal parece desgastar menos los adoquines, mientras el océano luce transparente, menos insondable y libre. Quizás el sólo espera calmo, lleno de tranquilidad y aceptación lo que no puede controlar, pues sabe que con toda seguridad, tarde o temprano, algo vendrá, y entonces, se levantará de su lecho para arrancar de su letargo y, simplemente, se lanzará contra la costa para buscar nuevamente, a intentarlo sordo, ciego y mudo, para tratar otra vez, para intentarlo una vez más.

lunes, marzo 03, 2008

3


Foto: Night Hawks (Edward Hooper)

Aquella noche pintada, formada por halcones nocturnos y matizada de marrones, anaranjados e implacables sombras al acecho. Aquella postal de cuatro figuras, estando ahí sin estar en ese lugar. Aquella chica de vestido rojo y edad mediana quizás mira sus uñas, esperando callada algo que parece irremediablemente nunca llegar.

Ella y su anhelo, rodeados ambos de tres tipos y dos sombreros con la compañía de una barra semivacía. Ella, en silencio, aquel que nace entre las calles baldías, desoladas, pintando el paisaje interno de los seres incompletos que observamos mientras divagan distantes. Ella y ellos, apenas contenidos en esa delgada burbuja de acuario y luz eléctrica.

Esta otra noche en cambio, llena de trazos simples, construida lentamente por una luminosidad amarilla, por el silencio que mudo habla y por el mar bravío que se adivina sin dejarse ver. Esta otra noche, curva abierta al cielo, desafiando tardes innumeradas, innumerables, y ansias taciturnas. Esta noche ingenuamente ignorante del resto, escéptica al devenir de sombras, teje lento un paisaje nuevo que aún no es del todo, salpicado de un mar que aún no está, y desafía las esperas calladas de algo que parecía irremediablemente nunca llegar.

domingo, febrero 10, 2008

Inti

Se nos viene la noche mujer,

Y tu piel clara parece enmarcada por la oscuridad que llega,
fulgurando contra el trasfondo terso del mar cubierto por tinieblas.

Despunta la noche,
ese espacio en que sólo nosotros estamos,
y entre tu pelo azabache se inflama el rojo,
pincelado como leño abrazado al fuego,
con la impronta de tus labios cálidos,
mordidos,
pintados de carmín,
encendidos por la tibieza de tu cuerpo contra el mío.

Se nos viene el día mujer,

Y pareces acunada por la aurora que nace entre nosotros,
con la paz de tu alma de cristal,
frágil,
como pende de la brizna el rocío,
reposando,
abrazada a mí,
y a la eterna inmensidad de tu atlántica espera.

viernes, enero 25, 2008

Último día

El día final es una puerta cerrada de golpe frente a una ventana abierta de par en par. Es que el último día pende en el extremo de un hilo construido a fuerza de logros, cargado también de esos deseos que no fueron del modo en que alguna vez quisimos. A veces pareciera que la capacidad de ilusionarse es proporcional a la probabilidad de que la vida no resulte del modo en que soñabamos, sin embargo, todo sigue transcurriendo, y el último día no es más que un paso más, un nuevo hito que te abre una salida para iluminar y regalarte la libertad de ignorar ese tiempo que se tuerce y vuelve tras de sí, para simplemente intentarlo una vez más.

No desperdiciaré los días masticando angustias,
ni platicando eternamente con sueños difuntos.

Nada de eso.

Desenterré una estrella de las entrañas de la tierra tibia, negra y soleada,
reconstruiré con ella las sordas calles,
arrasando el gris con su luz fecunda.

Simplemente caminaré abriendo avenidas,

para vencer la agobiante indiferencia,
la resignación bovina,
del gastado pavimento que soporta los pasos.