jueves, febrero 22, 2007

Otros aires

Foto: Rui Palha

Hay otra vida.

Es que en verdad hay otro mundo, uno posible, incluso probable. Está lleno de nuevos, antiguos y también de buenos aires.

Es un lugar empedrado, difuminado bajo la luz, el calor y la humedad de febrero. Es un espacio que se amalgama al ritmo de la conversación, la tranquilidad, el tiempo, las plazas, parques, el candombé, y un cigarro a la luz de la ciudad.

Hay otra vida.

Es que en verdad hay otro mundo, es uno que nace de tí. Y es ese sitio que viertes alrededor, el que te permite caminar por una plaza adoquinada, a la sombra de Dorrego, junto a los gatos en Lezama, acompañado por los acordes de las murgas que marchan por Defensa.

He vuelto a aquel banco del Parque Lezama, lo mismo que entonces se oye la noche, la sorda sirena de un barco lejano. Mis ojos nublados te buscan en vano. Después de diez años he vuelto aquí solo, soñando aquel tiempo, oyendo aquel barco. Mis penas vencieron. El tiempo y la lluvia, el viento y la muerte, ya todo llevaron.

Ernesto Sábato

Es en la sitiada plaza Cortázar, entre los parques de Palermo y las librerías de De Mayo y Santa Fe, es junto a un plato de pasta en calle Solís, caminando por Corrientes o bajo la lluvia en Scalabrini. Es ahí, en ese instante cuando sucede, cuando me abrazas despacio quedando en silencio, y simplemente, sonreimos tranquilos esperando con toda calma, divisando el nuevo día que está por nacer.

Te imagino.

En un lugar cualquiera,
en cualquiera de estos días,

Se entremezcla la tarde en tus cabellos descarriados,
llenando tu nombre desbordado de ausencia.

La calle susurra sembrando tus pasos,
tu transcurrir de sueño interrumpido,
tu confuso pasar de cada día,
abrazada a cada paso que tu silueta abandona.

Te recuerdo.

En un jardín,
entre hortensias, amapolas, caracoles,
y la oscura tierra de un suelo tibio.

Te sueño.

Trémula, insegura.
Acurrucada entre las oquedades de la orilla,
tranquila con tu silencio de monte.

Pareces volver siempre a ese rincón,
a esa esquina de resbalín roto.
Pareces llenar con tu risa que no se ha ido ni ha llegado,
los ecos arrullados por la escarcha,
cada texto chamuscado en la memoria.

Te imagino.

Simplemente igual que antes,
aunque ya no quede nada,
aunque el recuerdo no sea más que un eco adormecido por los pasos.


lunes, febrero 05, 2007

Simetría


1. f. Correspondencia exacta en forma, tamaño y posición de las partes de un todo.

Se relaciona con la belleza, pues estudios con niños han demostrado que éstos prefieren rostros simétricos, poniendo en duda su clásica asociación con factores culturales. Cuando no existe, cuando hay asimetría, las cosas, situaciones, pierden esa perspectiva y desentonan, extraviando su luz, su atractivo clásico y la capacidad de llamar la atención gratamente.

Y mucho en la vida puede ser asimétrico, trabajar sin la justa retribución, el querer sin poder, el decir sin que te digan, el afecto no correspondido. Es que pareciera que se infiltrara por todos lados, como agua entre los dedos, permeando al mundo y recordándonos que por definición éste es casi siempre imperfecto.

Recordamos eso sí momentos cargados de simetría, lapsos a veces cortos, muchas veces fugaces incluso, cuando de repente te quedabas callado, tranquilo, sintiendo que todo transcurría bien por un rato difícil de precisar, pues estabas compenetrado absolutamente en ese instante.

-Te has dado cuenta?.
-De que?
-El tiempo pasó como nada.

Quizás una simple conversación, ese rato mágico en el cual todo parece calzar y dejamos de ser como esas piezas de puzzle que quedan olvidadas en el fondo de la caja sin saber donde mierda van.

La simetría de algún modo depende de la existencia de un eje, de un punto o una referencia que articule a fin de compensar y ordenar el todo ante sí. Por ello, la existencia de coincidencias, de orientaciones comunes, y su aceptación por cierto, es requisito para ordenar el desorden, terminar con el embrollo, la entropía, en el fondo es condición necesaria, no suficiente, para mandar al diablo la asimetría.

A veces quisiera aprender a leer de nuevo,
así interpretaría,
entendería sin mi montaña de limitaciones cada palabra,
cada sílaba lanzada al ruedo de un instante iluminado por la noche.

Quizás sería fácil así interpretar la obviedad,
un silencio de tropa desvalida,
un desvelo de cariños incompletos.

Quisiera también aprender a escribir,
eliminar letras desbocadas,
silencios acechantes,

palabras sobre y entre líneas,
tartamudeos renegados,
lo que digo sin decir y lo que no digo a voces.