domingo, agosto 06, 2006

Niebla

Tiempo atrás, al salir de la universidad, solía caminar por Valparaíso en horas de la tarde. En los días de invierno caía a veces una niebla intensa, una que no permitía ver mucho más allá de tus propios pasos.

Entonces, la sensación era extraña, la de caminar sin saber realmente hacia donde, con la fantasía de que quizás no ibas a ningún lado, ya que no había perspectiva alguna, sino que tu entorno era sólo el rumor de tus pasos sobre el pavimento y la claridad difusa de los focos del alumbrado. Si dejabas de lado la posibilidad de un asalto, o de un atropello, y simplemente te relajabas, llegaba un momento en que en verdad te envolvía la calma, el relajo de sólo estar ahí, mientras te disolvías en la niebla que abrazaba la ciudad.

Era la sensación de estar sin preocupaciones, la misma que he sentido cada vez que he terminado de estudiar algo, al finiquitar un asunto pendiente, o al cerrar un tema abierto. Algo así como tumbarse en una hamaca, una tarde de terraza frente al mar, y simplemente dejar que el horizonte y el océano te transporte adonde quiera, abandonado a la corriente, sin planificar ni cuestionar nada de nada, simplemente disolviéndote en la genial sensación de saborear el presente.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Quisiera ser solo el hoy; estar solamente en el ahora; sentir el latir confundiéndose con los cliks del mouse y zás, olvidar la penas, lo deseable, los sueños quizás imposibles, seguro, improbables. Echarme ahora en aquella cama y apagar los sentidos, convertir todo en nada, empezar otra vez.
Quisiera ser apenas viento
polvo
ruidos
gotas
ir y venir como la lluvia y el frío que me visitan aquí
estar y sumir en esta nada de existir

Pero soy.
Somos tan breves, siempre tan listos para el fin, basta un soplo.

y todo ya es ayer.

Que estés bien...