sábado, junio 03, 2006

El tiempo extraño

Hay un tiempo extraño. El tiempo que carga la inminencia, es decir, aquel que transcurre ante un acontecimiento que ocurrirá o dejará de ocurrir pronto, de pronto, casi sin espacio alguno para la duda.

Creo que en la segunda guerra mundial hubo también una guerra extraña, una que se llama así también porque transcurrió en un tiempo con el mismo nombre, aquel lapso entre la declaración de guerra y el momento en el cual se desbordó el horror. Pero el tiempo extraño no tiene porque estar asociado sólo a la brutalidad, aparece también cuando conoces a alguien, y algo hace click, llámalo química, presentimiento, atracción, destino o endorfinas, pero sea lo que sea lo que lo gatilla, sientes sin duda alguna la inminencia, tal cual sentía Huidobro por su madre que hablaba como un dirigible que iba a caer, o tal como sabes que vendrá un trueno tras un relámpago.

Y esto es muy atípico, porque siempre el transcurrir para nosotros parece gobernado, desgobernado mas bien, por lo aleatorio, por un proceso estocástico que modelamos mediante nuestra libertad. Entonces este lapso raro es un accidente, pues en el se maximiza la probabilidad de ocurrencia de un cierto evento, como si pudiésemos encontrar su primera derivada para luego verificar la condición de segundo orden.

El tiempo extraño pese a todo lo anterior tiene algo muy poco atípico, y es que es tiempo al fin y al cabo, es decir, se va mientras fluye montado en una flecha lanzada en dirección de la entropía. Pero este rato es extraño dije, y lo es porque fluye contenido, es decir ese dardo volará sin duda alguna, pero terminará clavado en un evento, aquel suceso esperado con inminencia, ese a todas luces inevitable, aquel que tomará la flecha mientras vuela para detenerla en el acto, transfomando su momentum en calor, o en lo que nos atañe, para transformar el tiempo extraño en simple recuerdo.

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