sábado, agosto 26, 2006

Cummings

Jorge Teillier (al centro, Revisa Punto final)

Empecé a escribir esto con sueño, por una razón quizás lógica, son casi las 3 de la mañana de un viernes. Y no sólo tengo sueño, también tengo sed, quizás porque no he tomado mucha agua, en una de esas porque sufro de algún tipo de sed crónica, o lo más probable, debido a los efectos de encaminarse por la senda de los jueves violentos.

Y es que esas travesías, muchas de jueves, pero también de viernes, miércoles o incluso de domingos en la noche, son rondas de papas fritas con chorrillanas, de un enésimo cigarro fumado o visto fumar, acompañados con jarros de cerveza negra "el puerto", y con caminatas cuadras arriba o abajo. Subiendo por Cummings, pasando por Las Rejas, Mi casa, el Dominó, El gato en la ventana, cruzando al Bitácora y al Canario, devolviéndose para llegar al Picante, discutiendo por ir al Kabala, Barposeida o al Ritual y matando la noche nuevamente en El Picante.

Y todo está lleno, ideas van, otras vienen, la noche se hace fría, los quiltros duermen enrollados junto a los postes de luz y la música llena una calle poblada de gente que sube, baja, fuma, bebe, conversa, regalonea, discute y pelea. Y el ambiente palpita, respira distinto, todo transcurre a otro ritmo marcado por tus pies que devoran cuadras y grises aceras empedradas mientras las luces amarillentas decoran cada rincón, cada recodo, como recuerdos que te saltan al encuentro.

Entonces el puerto se hace eterno, querible, añorable, mientras suena una mezcla de rock pesado, cueca, tangos, boleros y canciones de Camilo Sesto, amenizada por el enésimo análisis de una película, iluminada por la imagen de la sonrisa de la niña sentada en mesa del fondo, por un buen chiste o por la luz que se difumina al pasar por el vaso en que bebes tu también enésima cerveza. Y ahí están, son los amigos, los de siempre y los de a veces, los que llegan y los que se van, y baja otra botella, se vacía otro vaso, DOS CHORRILANAS MÁS!!, miras a la niña de la mesa del fondo de nuevo entre el humo, intentando adivinar si te sonríe, o al menos te mira, y cuando se acaba la conversación, el dinero, los cigarros y el trago, y es hora de irse, sólo en ese momento me acuerdo de un fragmento de poema de Teillier que habla de la despedida, entonces camino en dirección al mar, y simplemente, me dirijo nuevamente a casa.

Me despido de los amigos silenciosos
a los que sólo les importa saber
dónde se puede beber algo de vino,
y para los cuales todos los días
no son sino un pretexto
para entonar canciones pasadas de moda.

Me despido de una muchacha
que sin preguntarme si la amaba o no la amaba
caminó conmigo y se acostó conmigo
cualquiera tarde de esas que se llenan
de humaredas de hojas quemándose en las acequias.
Me despido de una muchacha
cuyo rostro suelo ver en sueños
iluminado por la triste mirada
de trenes que parten bajo la lluvia.

Me despido de la memoria
y me despido de la nostalgia
-la sal y el agua
de mis días sin objeto-

y me despido de estos poemas:
palabras, palabras -un poco de aire
movido por los labios- palabras
para ocultar quizás lo único verdadero:
que respiramos y dejamos de respirar.



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4 comentarios:

Marce dijo...

Qué gran recorrido por el puerto, sin duda, caminé unas cuadras, subí y bajé y en algún lugar me quedé, colgando de un cerro, de esos que llevo en el corazón.
Salud y saludos porteños para ti.

Mauro dijo...

Te gusta el puerto veo...Hace rato no salia, bueno, no tanto tampoco. Los que somos de aca no nos damos cuenta de toda la vida que hay en la noche hasta que visitamos otras ciudades, ahi recien, nos cae la teja.

Saludos desde "pancho" marce

MissBoOb dijo...

hay sensaciones que parece mentira que puedan repetirse tan lejos...con puerto o sin el...

Mauro dijo...

Tan lejos, tan cerca miss.