sábado, diciembre 31, 2011

2012

Nuevamente en el borde, ahora en el de 2011, recuerdo que la vida está en otra parte, como dijo al parecer un tal Rimbaud.

Nada más falso.

La vida es aquí y ahora, es lo que queda delimitado por un muro de realidad que al empujar o intentar mover nos da una razón de ser, la de sentirnos dignos, a la altura de un fin que nos trascienda.

Así, la vida también está en el intento, no necesariamente en el logro, de cambiar ese límite, pues nada más noble que intentar lo que intuimos es imposible.

Cuando quedan tres horas para caer al vértigo, siento que nada peor que quedarse en la vereda o anclado añorando comenzar a vivir cuando recién arribemos a esa otra orilla. Me quedo con el vibrar de la multitud, con la pulsión y belleza que da la esperanza de dejar de derivar para ser siempre partícipe y dueño de parte de nuestro destino y de todas las opciones de ser feliz.

lunes, mayo 30, 2011

Otoño

Eso era la soledad,
el carcomerse el alma escapando de uno mismo,
el no soportar la voz del yo y su estruendoso silencio.

Esos eran los días.

Hoy son el residuo del mar y su susurro libérrimo,
el navegar sin timón ni pasado que nos gobierne,

El entierro del sollozo y el parto al vacío.

Hoy es el deshojar las horas
prendido a una piel entre los brazos.

jueves, abril 28, 2011

Caminemos

Foto: Mauro

Un cariño a medias es un osario de viejas y buenas intenciones,
un sinfín de siluetas a lo lejos,
varias borrascas en un cuenco de recuerdos.

Un amor perdido es un esqueleto náufrago,
el resplandor residual de un refugio apagado,
el resto al viento de una enseña devorada por gaviotas.

Ven, te invito a reír y caminar conmigo,

Sepultemos esas voces que ya no nos pertenecen,
abramos juntos un nuevo pozo para beber de él,
y superar en la resaca tanto hermoso y antiguo sueño quemado.

lunes, enero 10, 2011

Privado

Es claro, nuestro destino es pisotear el paraíso cuando la puerta se abra y nos inunde luz negra contenida por la sala allá afuera. Es besarnos el uno al otro durante el tañir del rayo, devorar nuestros hombros y morder la comisura del miedo.

Pero aquí quizás esté nuestro cielo, en el sabor que me queda de ti, en tus caderas ceñidas de estrellas, en el pastizal que incendiamos cuando rodamos juntos cayendo a la tierra de la nada.

En este edén no flamea la bandera que alguna vez soñamos para nosotros. Se urde una república de cariño tan cómplice como pasajero, un puente de besos hilado por mis dedos entre tu pelo, hecho a medida, a nuestra medida, cubriendo la distancia que nos separa infinita y nos acerca irremediable.

Un océano en llamas a la sombra del viejo puerto.