domingo, abril 26, 2009

Ese país

Ese país suena distante, como olas despedazándose en algún roquerío gris imaginario.

Desmesurado, omniprescente, sembrado de imágenes, nopales, espinos, piedras calcinadas y remolinos amarillos. Inmolado en ciudad de Juárez, alimentado de maíz y enchiladas en algún local callejero donde resuena una radio junto a taxis verdes-blancos.

Ese país está clavado en la tierra cual cruz blanqueada de cal.

Acá, la playa infinita, el horizonte y el sol que magulla los cerros. En ese país de nombre entrelazado, la noche triste, la Tenochtitlan persiste, y el temor a la enfermedad, a la hueyzáhuatl, abraza como manto.

Imagino la incerteza, y mientras pienso que la peor, la única pandemia es la del miedo, me hermano en su peor consecuencia, la soledad.

“Golpeábamos, en tanto, los muros de adobe, y era nuestra herencia una red de agujeros. Con los escudos fue su resguardo, pero ni con sus escudos puede ser sostenida su soledad”.
(Poema nahua. Anónimo, Tlatelolco. 1528)

sábado, abril 18, 2009

Batalla

Foto: Graeme Smith


En el cielo se libra una batalla. Las nubes se despedazan, giran, se confrontan como el amor después del amor. Su blanco brilla casto contra el luminoso telón azul que sirve de fondo a esa danza, armonía que se desmorona sin razones ante los zarpazos del viento a medida que el instante se disipa en el pasado.

En esa batalla que se libra en el cielo hay muchas lecturas, un interlineado de grafías de significados diversos, tantos como lectores dispuestos a deslizarse entre sus páginas. Ese cielo que rota y se cierne sobre sí una y otra vez, vibra como el tiempo y las personas que inexorablemente nos atamos a el.

Acá, en la tierra, la brisa se desliza sobre la hierba cobertora de nuestra memoria, mientras de pie nos despedimos con lápidas, prometernos no olvidar, y no nos queda más que aceptar que no son las nubes ni el cielo quienes se difuminan, sino que nosotros, simple e inevitablemente, nos disolvemos en él.

"Después de todo
nos volveremos a encontrar.
El verano extenderá eternamente sus manteles en el suelo
para que dispongamos nuestra fiesta,
y tú serás bella,
como la armónica que el vagabundo toca en
la leñera cuando ha decidido partir el tren
de carga
que lo llevará no se sabe donde.


Después de todo
hay tantas y tantas tierras.
Yo no me impaciento:
tenemos todos los años del mundo para recorrerlas
hasta que de nuevo estemos juntos.
Y tú me contarás
que una noche me conociste en un pequeño
planeta llamado tierra
y vas a hablarme de casas visitadas por la luna,
billetes de lotería,
paseos en bicicleta,
gatos vagabundos,
un girasol dibujado en un muro por caer,
caballos en las playas,
un día de sol.


En otro lugar
lejos de esta tierra y de su tiempo
espero tu rostro
donde están todos los rostros que he amado;
el del pan,
el del cielo,
el del vino.
Y comenzaremos otra vez
a ser esos desconocidos
que se miran y se miran
sin atrever a decirse que se aman."


(Despúes de todo (fragmento). Jorge Teillier)