lunes, abril 21, 2008

LLuvia

Foto: Sandra

En esta febril tarde jaspeada de espinos,
tráeme el sueño frío de los bosques derribados,
el vuelo impredecible,
la azul llanura que arrastra la mirada hasta perderla.

Que al anochecer nos bendiga la lluvia calma,
líquida persistencia infiltrada en el pavimento crispado,
hondo anhelo que fecunda la semilla ardiente.

Que mojada estalle la entraña telúrica,
empapada brote anudada a su amante de una noche.

En este tarde sin calma, tráeme el sur oceánico,
el viento,
la estrella,
el crugir lento de la barca que lleva tu nombre.

miércoles, abril 09, 2008

Sequía

Foto: Wweegee´s

Es la hora en que callamos confusos, mientras el torbellino de siempre nos arrastra, y en este silencio que se expande añoro la lluvia que no cae, mientras el frio sigue llegando y la sequía impávida se come nuestro mundo y nuestras palabras con él.

Y es en este silencio feble, el que sigue a la hora en que callamos confusos, cuando abres la puerta del pasado para simplemente llegar a casa, abuelo. Cansado, como tantas veces, cantando a Gardel, alimentando zorzales, o llamando a las bandadas negras sobre los cerros amarillos, los mismos que entonces lucían llenos de boldos, maitenes y litres.

Entonces llegas también abuela. Tejiendo ropa, enrollando lana, rodeada de hortensias lilas, de flores rojas sembradas en macetas de greda áspera, entregando cariño como quien siembra trigales, en esa pequeña casa plena de instantes.

Y viene de vuelta el olvido, el sonido sin filtar de la radio, los programas de carreras de caballos sobre la mesa de madera, subrayados de tinta azul con la fe del profeta y la esperanza inexplicable. Afuera, el minúsculo patio se multiplica, trasciende y florece.

Es en esta hora sin tiempo cuando todo se reúne en este instante débil como el azar. La ciudad que ya no existe más deja de estar perdida, mi calle se cubre de pastizales, y la sequía que nos devora parece retirarse, derrotada, a su refugio de palabras mudas como sepelios.

jueves, abril 03, 2008

Cristina

Foto: Cristina's World (Andrew Wyeth)

Y en la colina tibia que yace bajo la inmensidad del cielo que rota, sabes que llegar a casa será el triunfo de hoy. Sabes que buscarás como siempre dentro de tí hasta hallar el océano en tu pecho, el horizonte sin límites que te convide a levantarte de pie ante todo y ante todos.

Por la hierba segada vas deslizando tu cuerpo, quebrado reflejo de tu alma, recorriendo el pastizal quemado, mordido por el sol, marcado por la trilla y el viento. Te encuentras luchando en el sinuoso suelo, vestida de belleza, de la dignidad que te regala tu pelea incesante.

Y el destino en la hora sin sombra tiembla ante tu espíritu rebelado entre la hierba seca y cortada. Sola, siempre sola, cada vez más cerca de tu hogar firmemente trazado contra el horizonte estéril.

Todo parece girar al compás de tu determinación. Todo parece centrado en el eje de tu voluntad que pasa por tu corazón.

Las rodillas se te dañan, ramas secas lastiman tu rostro, y tus dedos se doblan cuando debes arañar la tierra tibia.

Siempre, de pie como nadie.

Sabes que el mañana llegará, tal cual el hoy siguió al ayer. Afuera, el silencioso cielo seguirá mirando a quienes no sabemos, a quienes no podemos darnos cuenta, a quienes no logramos sentir la tierra en tus manos laceradas, o el dolor de la fragilidad que desafía tu alma cuando te arrastra contra el pastizal quemado, mordido por el sol, marcado por la trilla y el viento.

Mientras debes arrastrarte para llegar a casa,
Mientras logras el triunfo de saberte viva.