miércoles, febrero 24, 2010

Bosque

Foto: Californio puro

No quiero ser oveja apacentada,
aquella que mira los ojos vacíos de sus compañeras degolladas
mientras susurra el cantar de todos los muertos de esta tierra.

No quiero ser rebaño,
indistinguible parte de un todo que espera ver la tierra abrirse
o caminar entre las aguas,
rogando la victoria de los justos mientras los parásitos liban junto al camino.

No quiero seguir envejeciendo
para descubrir un día que no hubo nadie más que tú
para volar por sobre todas las cosas
y no olvidar ese pestañeo llamado alegría.

Hoy no quiero ignorar que es mejor encumbrarse en cada ola
y beberse el tiempo antes que nos cubra y ahogue.

Hoy es mejor abrir la casa inundada de lluvia,
aunque la madera se hunda bajo el peso del tiempo,
sólo para confrontar el bosque mudo dibujado en las paredes
y el olor de la memoria enroscado entre la hiedra.

Hoy da igual que todo se desprenda lento,
como volver a desconocerse,
como si el mar se poblara,
o un ebrio traspasara una calle de perros.

Se silencia así la lluvia tendiendo el sol su primavera,
en el cielo se abre un postigo,
se siembra la estrella sobre la tumba.

Entonces sabes que la casa puede caer sepulta,
vestida de huesos,
velada por risas,
ahogada al fin su pena en el charco de la felicidad.

domingo, febrero 14, 2010

Blanco

Estamos y somos de aquí,
de esta avenida que trae y nunca lleva,
de la ciudad vestida de harapos,
entre el estrépito de la noche que cae,
el centelleo eléctrico,
y el gramaje tendido de nuestro silencio.

Así te encuentro,
con una sonrisa llagada
y un manto de luces tan raído como una espera.

La noche deriva como la brisa entre gaviotas,
el rumor de cuatro pasos
se confunde entre el zumbido del mar invisible.
Pronto la mañana empieza a deshojarse al viento,
y somos una vez más dos extraños,
dos presencias mudas en esta avenida que trae y nunca lleva.