lunes, junio 12, 2006

El fin del mundo

El 06/06/06 lo pasé muy bien. El día en que se estrenó en los cines la profecía, aprovechando el simbolismo de una fecha con antecedentes apocalípticos, no pasó como si nada, no por lo malo, sino porque para mí fue un gran día.

Y quizás esa es la clave, porque hay dos opciones, o se acabó o no se acabó el mundo. Yo, amante de causas perdidas, me voy a quedar con la primera, quizás sí se acabó el mundo, pero el punto es que ni siquiera nos dimos cuenta, pues cada uno estaba demasiado ensimismado en sus cosas como para advertir que algo se derrumbaba alrededor.

Estirando el argumento, el mundo se termina, o más bien, mundos posibles son aniquilados cada vez que tomamos una decisión, pues ésta inmediatamente termina varios cientos de posibilidades que ya no serán nunca más. Siendo más drástico, cada vez que algo muere dentro de tí, o alguien fallece, un mundo completo se nos va, pero lo más terrible de todo, lo más duro de aceptar, es que el resto parece seguir dando vueltas como si nada, ajeno por completo al dolor de quienes vivieron y sufrieron la partida.

Tal cual fue el 6 de junio que recién pasó, el mundo pudo acabarse para muchos, pero el resto continuó con su rutina diaria, haciendo súper tangible esa frase que dice que el mundo es ancho y ajeno. Y mientras escribo esto, escuchando "Stay away" de "Alice in chains", no puedo dejar de escuchar a un vecino de la casa contigua que sufre ataques de pánico, el causante quizás de este post que transpira alegría, él grita, llora y maldice, como si no pudiera sobrevivir al mundo que lo rodea, como si su mundo fuese insufrible siempre, como si un mundo feliz se hubiera acabado para él hace rato, y no existiese siquiera la posibilidad de disfrutar de él.

Que ganas de gritarle ¡¡DESPIERTA WEÓN, el mundo no se ha acabado pa'tí!!.

Pero en fin, para graficar lo que debe ser el fin del mundo, mejor me apoyaré en las palabras de W.H Auden, el lo resume mejor que yo:

Que paren todos los relojes, corten el teléfono.
Eviten que el perro ladre dándole un hueso jugoso.
Silencien los pianos y, con un sonido suave traigan el ataud,
dejen venir a los deudos.

Permitan a los aviones dar círculos en lo alto
Escribiendo en el cielo el mensaje: ella está muerta.
Coloquen crespones alrededor de los cuellos blancos de los servidores públicos
Permitan usar guantes negros de algodón a los policias.
Ella era mi norte, mi sur, mi este y mi oeste
Mi semana de trabajo y mi domingo de descanso
Mi mediodía, mi medianoche, mi conversación y mi canción
Pensé que el amor duraría para siempre, me equivoqué.

Ahora no se necesitan las estrellas, sáquelas todas;
Llévense la luna y desmantelen el sol;
Vacien el océano y limpien el fondo;
Pues nada, ahora podrá ser como antes.

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