Foto: Mr. Mark
En My Old flame, Chat Baker parece acariciar lento cada nota, deslizándose con la cadencia del amor maduro, al ritmo de los dedos que recorren la piel de tu pareja, disfrutando en las yemas cada poro. La trompeta irrumpe sensual entre la cortina que produce el raspar de las escobillas contra los platillos de la batería, y ahí dialoga directo con el centro de tí, aquella ermita cubierta de hiedras defendida hasta la muerte, para perderse al final entre el musitar de las teclas de un piano, como una figura que se desprende de tu mirada en un muelle vacío.
En My Old flame, Charly Parker toca de un modo más agresivo y directo, las notas se suceden en un tono más cortante, se suceden escalas, se envuelven como volutas que flotan azules, dejando que las notas se disipen alargando un gemido final desgarrado. El piano es quien anuncia, tenue, la llegada de ese dialogar más impulsivo, sensual y cargado con un dejo de rebeldía que se marcha tal cual llegó, con la sorpresa de quien encuentra algo de pronto que sabe desaparecerá de modo inequívoco.
En My old flame, como en toda melodía, como en todo en verdad, finalmente las notas se apagan, pero nos dejan en la boca el sabor de lo que nunca debió partir, pues el calor que escalda al recordarlo recuerda la vieja llama que lo precedió.
En My Old flame, Charly Parker toca de un modo más agresivo y directo, las notas se suceden en un tono más cortante, se suceden escalas, se envuelven como volutas que flotan azules, dejando que las notas se disipen alargando un gemido final desgarrado. El piano es quien anuncia, tenue, la llegada de ese dialogar más impulsivo, sensual y cargado con un dejo de rebeldía que se marcha tal cual llegó, con la sorpresa de quien encuentra algo de pronto que sabe desaparecerá de modo inequívoco.
En My old flame, como en toda melodía, como en todo en verdad, finalmente las notas se apagan, pero nos dejan en la boca el sabor de lo que nunca debió partir, pues el calor que escalda al recordarlo recuerda la vieja llama que lo precedió.