domingo, marzo 15, 2009

Flame

Foto: Mr. Mark

En My Old flame, Chat Baker parece acariciar lento cada nota, deslizándose con la cadencia del amor maduro, al ritmo de los dedos que recorren la piel de tu pareja, disfrutando en las yemas cada poro. La trompeta irrumpe sensual entre la cortina que produce el raspar de las escobillas contra los platillos de la batería, y ahí dialoga directo con el centro de tí, aquella ermita cubierta de hiedras defendida hasta la muerte, para perderse al final entre el musitar de las teclas de un piano, como una figura que se desprende de tu mirada en un muelle vacío.

En My Old flame, Charly Parker toca de un modo más agresivo y directo, las notas se suceden en un tono más cortante, se suceden escalas, se envuelven como volutas que flotan azules, dejando que las notas se disipen alargando un gemido final desgarrado. El piano es quien anuncia, tenue, la llegada de ese dialogar más impulsivo, sensual y cargado con un dejo de rebeldía que se marcha tal cual llegó, con la sorpresa de quien encuentra algo de pronto que sabe desaparecerá de modo inequívoco.

En My old flame, como en toda melodía, como en todo en verdad, finalmente las notas se apagan, pero nos dejan en la boca el sabor de lo que nunca debió partir, pues el calor que escalda al recordarlo recuerda la vieja llama que lo precedió.

miércoles, marzo 11, 2009

Quiltro

Foto: Maria Loreto
En realidad, no debería haber asombrado a nadie. Desde que todo indicaba que A. se había cargado a ELLA, había claros indicios de que comenzaba a tornarse inevitable.

Esa noche la luz apenas se filtraba entre las ramas de los árboles que cubren la vereda norte de la calle. Entre medio, pegado a la pared, apenas un quiltro somnoliento fue capaz de divisar la silueta escurridiza de M. intentando llegar a la casa de Mauro.

La luna llena gritaba muda en lo alto, una pésima noche para intentarlo, pero el destino es así- pensó, mientras trepaba la reja negra. El pasar por el patio fue rápido, el forzar la puerta, más rápido aún, mas que mal, conocía hace un tiempo esa casa.

De pie, frente a la cama, con el pasamontañas puesto y los guantes apretando su CZ de 9 mm, M. apuntó calmo en dirección a Mauro que dormía plácido. La noche entumía a ese quiltro somnoliento de la esquina, cuando comenzó a sentir la presión del gatillo en su índice.

Instantes después, pensó: será tarde o temprano, él o yo. Mientras tanto, el cáñón de su CZ sin disparar molestaba bajo la axila, la luna volvía a gritar muda en la calle y el quiltro somnoliento de la esquina quedaba atrás aterido de frío.