lunes, mayo 30, 2011

Otoño

Eso era la soledad,
el carcomerse el alma escapando de uno mismo,
el no soportar la voz del yo y su estruendoso silencio.

Esos eran los días.

Hoy son el residuo del mar y su susurro libérrimo,
el navegar sin timón ni pasado que nos gobierne,

El entierro del sollozo y el parto al vacío.

Hoy es el deshojar las horas
prendido a una piel entre los brazos.