sábado, abril 28, 2007

Errazuriz

Foto: Alberto Montero

Hace frío, ya es invierno en verdad, aunque el calendario se niegue a reconocerlo.

Y caminando por la vereda, esa junto al mar, esa con ríos de gente sin nombre expulsada de los locales obligados a cerrar, me doy cuenta que me gusta transitar contigo especialmente a esta hora. Es que a ratos, especialmente después de una buena salida, pareces adornada por la espontaneidad que te entregan algunos tragos de más, el enésimo cigarro fumado, la mezcla ininteliglible de música, charlas inconexas, miradas y caricias fugaces que consumimos por varias horas en algún sitio de nombre difuso.

Pareciera que estos episodios, ocasiones que inexorablemente se hacen cada vez más a lo lejos, gatillan la complicidad, la mejor conexión, esa tan difícil de definir siempre. Lo que sucede es que quizás lo nuestro no sea ni más ni menos eso, una sucesión porfiada de encuentros geniales en la que se intercala un mar de realidades empeñado en ahogar nuestros buenos momentos y promesas.

Pero que importa en verdad todo lo anterior, sabes bien que no son más que letras, frases extraña y misteriosamente ensambladas por una noche sin dormir, tal vez alentadas por el alcohol, o por esa sonrisa indescifrable e indescriptible que creas con toda la naturalidad del mundo cuando transitamos difícilmente equilibrados por alguna calle gris. Al fin y al cabo, quizás las palabras puedan crear un mundo, una circunstancia de bolsillo nueva para releer en algún momento de soledad profunda, pero bien sabes que nada, nada es más real que el estar aquí y ahora juntos, caminando por la vereda, esa junto al mar, esa con ríos de gente sin nombre expulsada de los locales obligados a cerrar.

sábado, abril 21, 2007

New York

Foto: Rocío Cabrera

Es de noche.

Resuena a lo lejos un apagado devenir, el ahogado rumor de pisadas silentes.

El frío te acicala bajo el pálido reflejo de la luna en la vereda. Las calles, semidormidas, desganadas pese al despiadado murmullo que las veja a cada instante.

Resuenan pasos sordos, acechan luces pálidas. Los hombres escapan, se rebelan, corren a casa o buscan un atisbo de luz al calor de una luminaria neón, de un cigarrillo aterido fumado de cara al viento helado que corta la piel.

Los sentidos se agudizan, el entorno se dibuja de la mano de tus pupilas dilatadas. Sabes que será pronto, no sabes donde ni cuando.

Un encendedor vacilante intenta dar fuego, entregar vida a alguna colilla olvidada en un bolsillo ajeno. La luz se ha ido, sólo queda el azuloso residuo de su pálido reflejo, el amarillo y angustioso trinar de un frío tunsgteno titilante en la sombra, la lucha perdida de antemano por la lana tejida que cubre tus dedos.

Las certezas se marchan, enhebradas por el eje en torno al cual giran tus brazos. Sólo recuerdos, amores e instintos persisten, aguzados por la oscuridad, por el frío resplandor del parabrisas encendido. Todo se va y sólo queda huir o rebelarse, hasta el último hombre, la última bala, el último aliento, el momento final.

Simplemente,

Es de noche.

viernes, abril 20, 2007

Camarão


El mar,
encerrado,
turbio esta vez.

Tibia sopa de incertezas movedizas.

El cielo,
abierto y libre.

Asertivo,
imparable,
determinado,
incontenible.

Refulgiendo y fraccionado,
besa el prisma infinito,
acaricia la orilla que sostiene los pasos.


Fogón de gritos rebelados,
flamígera presencia de silencios inflamados,
intensa mirada de una orquídea magullada.

En el borde, la espera.

VISLUMBRAR LO IMPROBABLE TRAS LA OBVIEDAD POSIBLE.

Paciencia infatigable por capturar un nuevo día,
por retener la vigilia prometida,
por despertar iluminado en el sol que alumbrará
la próxima mañana.

sábado, abril 07, 2007

Coincidir

Foto: Adolfo Dias

En rigor, en la vida sólo existe una dirección posible, hacia adelante. Es que lo que está por llegar, mundo a duras penas imaginado dentro una gama de imposibles, es un sueño que aún no ve la luz, una semilla que no ha germinado, una idea que sólo se asoma pues todavía vuela insustancial fuera de esta realidad de lo útil y posible.

Y así avanzamos, dando pasos a ciegas, tomando una incomensurable cantidad de decisiones a cada instante, mientras el tiempo pasa, o más bien pasamos con él. Es que el tiempo nos define, nuestras creencias, cultura, pues marca a fuego sentir que se acumula, y nuestra angustia radica en intuir que no existe, en el escalofrio de sentir que el tiempo somos nosotros.

Es que estamos en un mundo basado no en enfrentar, ni en darle sentido a su fluir, sino en su medición, en la descomposición de sus componentes, en el uso útil y eficiente de cada instante. Creamos una realidad que en verdad ama la velocidad, en donde el ritmo cansino, reflexivo, ha sido desechado junto a todo aquello que obstaculice nuestra diaria carrera acrítica, el trabajo por el trabajo, el dinero por el dinero, la confusión de los medios con los fines.

Esa diáspora que cada uno transita se inició en el momento en que nacimos, y es una hebra remendada y tejida a fuerza de desechar mundos, situaciones que no llegaron a ser nunca y que por lo mismo, no serán jamás. Es un proceso, el El fin en sí mismo, es descubrir el mejor modo de caminar, aquella manera que te hace sentir y dar felicidad.

A veces sin embargo, en muy raras ocasiones, ocurre algo. Tal cual puede caer un rayo sobre tu casa, ese solitario tránsito se altera frente a una coincidencia, y ahí, tiempo y espacio, momento y contexto, convergen. Es un rato agradable, uno que generalmente no sientes pasar, es un calzar de gustos, de sueños, es simplemente, un instante mágico que te hace sentir que tu camino ya no está solo. Sucede muy rara vez, es reconocerse en el otro, con grandezas, defectos, es romper todo secreto, para darte cuenta que, pese a las probabilidades, un rayo puede caer no una, sino dos, o tres veces en el mismo lugar.