lunes, enero 10, 2011

Privado

Es claro, nuestro destino es pisotear el paraíso cuando la puerta se abra y nos inunde luz negra contenida por la sala allá afuera. Es besarnos el uno al otro durante el tañir del rayo, devorar nuestros hombros y morder la comisura del miedo.

Pero aquí quizás esté nuestro cielo, en el sabor que me queda de ti, en tus caderas ceñidas de estrellas, en el pastizal que incendiamos cuando rodamos juntos cayendo a la tierra de la nada.

En este edén no flamea la bandera que alguna vez soñamos para nosotros. Se urde una república de cariño tan cómplice como pasajero, un puente de besos hilado por mis dedos entre tu pelo, hecho a medida, a nuestra medida, cubriendo la distancia que nos separa infinita y nos acerca irremediable.

Un océano en llamas a la sombra del viejo puerto.