jueves, marzo 30, 2006

Marcas

En las noches despejadas, si uno mira al cielo, pareciera que las estrellas se viniesen hacia ti. Hay poca luz artificial, y en el medio del Pacífico las luces del pueblo no son más que un tenue destello que no logra abrir el velo de oscuridad.

En el medio del cielo, cruzándolo en diagonal, las millones de estrellas del resto de la Vía Láctea son sólo una mancha nebulosa, lo mismo las nubes de Magallanes, igualmente Orión, el cazador. Allá arriba está cubierto de nombres, algunos que conozco y otros que no sospecho cuales son (pero si es necesario inventaría).

Igual que en la isla. Acá los nombres riegan todo, cada roca, punta, cerro, mancha, todo pareciera estar identificado y nombrado. Giganta, Los toros, La caida de agua, Punta bacalao, El francés, La pesca de los viejos, El sauce, Piedra negra, Lobería, El pangal, El palillo, El inglés, El encierro, El mono, Pesquero camacho, Vaquería, La oreja de conejo, El viudo, etc.

Todo nombrado, todo clasificado, porque todo sirve como orientación para navegar cuando no hay GPS, lo mismo que las estrellas, marcas en el cielo para pescadores y marinos de otros tiempos. Marcas que por ejemplo, permitieron al papá del choche y abuelo del chunca navegar 350 millas en una bote a vela hasta el continente una vez que se les perdió la isla en medio de la niebla hace unos 60 años atrás.

En todo caso, pareciera que la gente se esfuerza obsesivamente por nombrar todo. Los pescadores no se conocen por sus nombres, sino que por sus sobrenombres. El pastilla, El chunca, Pelluco, Churreco, Caque' pollo, El charqui, El queen, Gigante, Tunga, Lonqui, El manteca, Mariachi, Popito, Chicho, El tronco, Quelo, Cocharita.

Todo por orientarte, todo por saber con quien hablas, adonde vas, o al menos desde donde vienes, porque si no tenemos idea donde dirigirnos estamos irremediablemente perdidos en el aquí y el ahora. Como cuando la vida pierde el rumbo, porque lo que ibas a hacer ya no podrá ser nunca más, entonces quizás haya que buscar alguna marca, mirar alrededor y bautizar, dar un nombre, dar un sentido en definitiva, pues al nombrar las cosas éstas comienzan a existir, a ser, a diferenciarse de un resto de realidad algo amorfa.

Alguien debe nombrar un árbol para que éste comience a ser uno y no, por ejemplo, un dedo que Dios puso en la tierra apuntando al cielo. Para enfilar rumbo uno necesita de un sentido para que te lleve adonde quieras, partiendo siempre del supuesto que una persona tiene dentro de sí la voluntad de querer.

Siempre estuvo súper claro para los pescadores

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