lunes, agosto 14, 2006

Bajo el cielo

Foto: Alfredo Cunha

Difícilmente somos indiferentes a la lluvia, te gusta, la odias, desespera, te pone nostálgico. Rara vez sólo nos dedicamos a soportar el agua que cae lanzada, con total sumisión y entrega, como si sólo fuese agua, líquido transparente que acorta el breve espacio que nos separa del cielo. Y en Chile, en el sur, la lluvia es fría, bocanada de aire que se mete en tus pulmones, refrescándote el espíritu o enfriándolo, por lo cual corremos al refugio de un abrigo, real o imaginario, de pan amasado y café con leche caliente que nos transporte durante la espera del renacimiento que traerá el nuevo cielo.

Bajo el cielo nacido tras la lluvia
escucho un leve deslizarse de remos en el agua,
mientras pienso que la felicidad
no es sino un leve deslizarse de remos en el agua.

Y al esperar el nacer del nuevo cielo, sentimos que éste es leve, instante de amanecer cubierto de lluvia de madrugada. Un lago cubierto de paz sin ninguna rugosidad en sus aguas con la luz quebrando con simpleza infinita cada brizna de pasto. Es el paréntesis, ese lapso de quietud en el cual te detienes simplemente a disfrutar del momento que respiras.

O el espacio del silencio entre mi voz y la voz de alguien revelándome el verdadero nombre de las cosas con sólo nombrarlas: "álamos", "tejados".
La distancia entre el tintero del cencerro
en el cuello de la oveja al amanecer y el ruido de una puerta cerrándose tras una fiesta.
El espacio entre el grito del ave herida en el pantano,
y las alas plegadas de una mariposa sobre la cumbre de la loma barrida por el viento.

Y eso se acerca a un momento pleno, un instante de lucidez frágil en el cual simplemente nos damos cuentas de lo felices que somos. Un lapso que en nuestra porfía buscamos una y otra vez, llenándolo de aquello que quizás sacia nuestras necesidades, pero que en verdad no nos entrega esa iluminación plena que nos señala que toda felicidad, al igual que toda nuestra vida, es esencialmente frágil y simple.

Eso fue la felicidad:
dibujar en la escarcha figuras sin sentido sabiendo que no durarían nada, cortar una rama de pino para escribir un instante nuestro nombre en la tierra húmeda,
Así era la felicidad:
breve como el sueño del aromo derribado, o el baile de la solterona loca frente al espejo roto.

Y dado que tendemos a buscar la utilidad de las cosas, quizás encontremos un uso para la no-indiferencia que nos causa la lluvia. Es la esperanza que trae, la espera de lo que vendrá, ese imaginar que acabará la lluvia y dejará la tierra limpia una vez más, para comenzar de nuevo, para dejar de masticar ese sabroso trozo de crujiente pan con mantequilla, y simplemente degustar de ese día que no es menos real por sólo existir en nosotros mismos.

Pero no importa que los días felices sean breves
como el viaje de la estrella desprendida del cielo, pues siempre podremos reunir sus recuerdos, así como el niño castigado en el patio encuentra guijarros para formar brillantes ejércitos.
Pues siempre podremos estar en un día que no es ayer
ni mañana, mirando el cielo nacido tras la lluvia y escuchando a lo lejos un leve deslizarse de remos en el agua.

Poesía: Bajo el cielo nacido tras la luvia (fragmento). Jorge Teillier.

7 comentarios:

UMA dijo...

No hay forma que llegue al otro si no es desde la misma pasiòn con la que uno ama, con la que uno sueña, con la que se sufre...
No hay forma para mì que la lluvia sea indiferente, y por màs que suene poètico o hasta altamente cautivador, no puedo faltar a la verdad... debo decir que quien no pueda subir conmigo una calle bajo la lluvia y sin resguardo alguno y con una mìnima sonrisa, no caminarà conmigo màs que hasta el portal de su casa y sòlo por cortesìa.
Asì es Mauro, cuando no hay nada por aprender, cuando entre dos habita un vacìo, yo sòlo cogerè la opciòn de mirar las gotas irrigando un eco.
Darè la vuelta sonriente y dejarè que mi rostro me empape de olvido.

Un gran placer leerlo, ya he recorrido un poco su casa, seguirè acà, no hay lugar a dudas.
Un abrazo.

Tamara Blue dijo...

No, no! yo no quiero que mis días felices sean breves! buen post, muy buen post.

Marce dijo...

Es la lluvia la que golpea fuerte, la que tras su partida parece dejar al descubierto lo velado, lo oculto, lo que está y no vemos, así como la cordillera, la pobreza...
No, indiferencia no, la lluvia no me deja indiferente: me entristece el alma.
Yo me quedo con el sol, lo necesito para energizarme, para florecer y no necesito mucho que cubrir ni abrigar.
Gracias por el paso de tango, por evocar Valparaíso, por evocar el pasado.

Marce Infante dijo...

Gracias por entrar en mi blog. Gracias por tu comentario y vuelve luego que te prometo tener algo de vino y mani salado, ponte tu.
Cariños

Mauro dijo...

Gracias por la visita.

Rubia: Caminar sin resguardo, como cuando niño arriesgabas reto por saltar a cada poza mientras llovía, para horror de tu madre.

Tamara: Yo también, ser feliz, no simplemente estar feliz.

Marce: Soy friolento, este invierno me ha salvado una estufa casi siempre encendida en mi casa. Ojalá llegue pronto el calor, el verano, mientras tanto, sólo podemos sacar lo mejor de la lluvia, lo que evoca.

Mauro dijo...

Lo visitaré de nuevo, si me aceptas, claro. Gracias a tí por la visita.

Yo llevo queso, papas fritas y una pelicula.

cLo dijo...

Lo que más me gusta de la lluvia es que me arrulla cuando duermo.

Gracias por la visista a mi blog. Saludillos y vendré más segudio.