lunes, enero 09, 2006

Un cuento

¿Cómo empezar una historia?. Esa era la pregunta que carcomía mi mente esa mañana de domingo sentado frente al computador. Era un buen tarro, el procesador era rápido, bastantes megas de memoria RAM, y con tarjeta aceleradora gráfica, según recordaba. Pero, ¿de que diablos servía todo eso para escribir un cuento, una novela, un poema o lo que fuera?. Clavando los ojos frente a la pantalla, con una pagina en blanco de un procesador de texto, escarbaba dentro de mi, intentando no divagar del modo que suelo hacerlo cuando intento infructuosamente que me llegue una idea.

Miré hacia afuera, por la rendija que deja la cortina beige que tapa la ventana que da hacia el patio trasero, ¿inspiración?, nada, solo las nubes que corrían veloces entre el espacio que dibujaban los techos cubiertos de zinc o de tejuelas cuadradas que llenaban el barrio. ¡Qué joda!, nada, nada de nada. De pronto, el inconfundible olor a algo que se quema me empapó las narices. Asomándome cual vieja copuchenta esta vez, busqué el origen del aroma y del progresivo calor que se propagaba por el aire.

Hacia allá?-No!, Hacia el otro lado?-No!...¡CRESTA..!!..Se quema la casa!?...-Tampoco!. Miré hacia el último rincón disponible, recordando que suele estar lo que buscamos en el lugar final que revisamos, y claro!...humo en la casa de ladrillos rojos, por cierto la casa de la pelirroja...Sin pensar mucho, mas bien pensando en nada, salí por la ventana corrediza y me lancé al patio mirando hacia donde salía el humo, lugar por donde una fracción de tiempo mas tarde se asomaba la dueña de la cabellera que varias veces alimentó mis sueños.

Sin pensarlo dos, ni menos tres veces, me acerqué corriendo a la pandereta, y usando manos, brazos, codos, piernas, y la higuera contigua, trepé hasta acercarme a la ventana. ¿Como la tomo pensé?, mientras recordaba la escena de alguna película añeja en la que el jovencito bajaba en brazos a alguna actriz italiana de pechos grandes. ¡Nada!, simplemente se me lanzó al cuello ahorcándome por lo que casi nos vamos higuera abajo. Llegando maltrecho, pero digno al suelo, la miré de nuevo, ...bella como siempre, pero ahora vulnerable, frágil, chascona y hedionda a humo,...humana al fin y al cabo. Sin pensarlo, simplemente me acerqué a ella, y mientras cambiaba sus ojos de donna agradecida por los de mina sorprendida-que onda con este tipo!!?-la besé... de ese modo profundo y tibio que se supone debe ser el beso del héroe a la media naranja del héroe.

Guau!..., cuando nos alejamos lento el uno del otro, escuchando el ulular de las sirenas de bomberos al fondo, sentí mi pecho hinchado de orgullo, satisfacción y deseo, (ella aún no entendía nada de nada) y pude pensar mientras observaba la pantalla blanca del procesador de texto:
¡Al fin tengo una idea para escribir algo!.

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