Aquel girasol que de seguro tendrías en tu mano.
Esa sonrisa con la que el día irrumpiría tras alguna carrera apresurada.
El maitén, el quebracho y el mayu entre los que te pierdes y encuentras.
La rebeldía de tu pelo
La paciencia de tu viejo perro intentando seguirte y cuidarte.
Las piedras de colores, los paseos y todas las historias que te contaría para entretenerte.
La felicidad de tu madre.
Me regalo todo aquello.
Aunque prefiero tu risa, y principalmente, tu paz, tu valor y tu silencio.
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