miércoles, marzo 12, 2008

Carta abierta

Foto: Olhares

Lo primero es decirte que he empezado a ver de una manera extraña los aeropuertos. Antes nunca significaron la gran cosa, pero hoy son sitios de pasada asépticos que observan desde lejos instantes plenos de emociones concentradas a mil. Para mí, están en la misma categoría que los hoteles, un auto de alquiler, o como la vida misma, ya sabes, en donde mucho o todo puede irse o llegar así de repente, con o sin cierta fecha de término.

-Malditos y queridos aeropuertos.

Te cuento igualmente que aún visito esa plaza. El pasto está algo más ajado y parece mordido por la lejanía, esa palabra que ahora equivale cada vez más a la distancia física que hay entre tú y yo. Aún caminan por ahí las gitanas, y las bancas de madera verde lucen invariables mientras las aceras están cubiertas por perros que duermen bajo el sol, junto a las personas que fuman y escapan de él. Los niños aún conducen bicicletas y raros artefactos por esas huellas de tierra que no llevan a ningún lado. Que sabios son, saben que la felicidad real no espera en lugar alguno, pues simplemente la sientes cuando recorres y disfrutas del paseo de lo cotidiano.

- Colombia, lleva por nombre ese parque.

A esta altura del año, cuando ya entramos realmente en él, y comienzan a disiparse o a concretarse nuestras ilusiones de diciembre, el mar ya no tiene ese color verdoso oscuro, semi hostil e irredento de los días de verano. Tampoco luce batido ni cae fuerte sobre las playas o encima de las agrietadas rocas grises y azules que cubren el occidente de la avenida. Nada de eso. El agua lleva un extraño sosiego, incluso la sal parece desgastar menos los adoquines, mientras el océano luce transparente, menos insondable y libre. Quizás el sólo espera calmo, lleno de tranquilidad y aceptación lo que no puede controlar, pues sabe que con toda seguridad, tarde o temprano, algo vendrá, y entonces, se levantará de su lecho para arrancar de su letargo y, simplemente, se lanzará contra la costa para buscar nuevamente, a intentarlo sordo, ciego y mudo, para tratar otra vez, para intentarlo una vez más.

5 comentarios:

AnaR dijo...

Visitaste una vez mi espacio y vine a leerte,y recuerdo que me gustó lo que lei.Y hoy regreso y este texto que parece una introspección mas que una misiva, se me antoja algo láconica y excelente.Una narrativa cuidada ,emotiva, humana...me ha agradado mucho.Desde el aeropuerto al mar...ese amigo confidente.

Un saludo

Cecilia - Titi dijo...

Me parece muy tuyo el texto y siento que sale desde muy adentro.... de algo vivido.....
Para mi los aeropuertos son el principio y fin de muchas historias, me gustan, me siento muy viva en ellos cuando voy y cuando regreso.
Besos,
Titi

Anónimo dijo...

Me llevas como de la mano a recordar tantos moments en aeropuertos que hasta un día ya no queria saber más. Qué buena forma de sumergirnos en tu inspiración.
Un abrazo amistoso!

* dijo...

caramba... de muy adentro, no?

saluditos

Sol dijo...

Me ha gustado mucho la imagen. Y ni qué decir de tus palabras, salidas del alma, no? Han sido como una caricia leerlas.
Hermoso.

Saludos.