El deslizar de las nubes,
el lejano y leve cantar de los pájaros,
era como pasaba el tiempo.
Ahora sólo nos vamos con él.
Y las calles se repiten,
idénticas, aceleradas,
cuando todo y todos pasan,
con la prisa que no lleva ni trae.
Los gorriones ya partieron,
junto al flechazo de las golondrinas,
ahora sólo queda echarse al bolsillo unas luciérnagas,
y perderse entre vitrinas, galerías y caracoles.
Salpicadas de tanto,
de viejas marcas, esfuerzos y peluquerías,
de los nuevos que llegan,
a instalar talleres, colaciones y sex shop.
Y vas por Carmen Silva o Pedro de Valdivia,
tomas Lota, Holanda y Los Leones,
buscando el rumor de los árboles.
Que ahora también está perdido.
Y buscas -extraviado- siempre,
el centro de todos los centros,
el único donde puedes descansar de tí.
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