En el cielo se libra una batalla. Las nubes se despedazan, giran, se confrontan como el amor después del amor. Su blanco brilla casto contra el luminoso telón azul que sirve de fondo a esa danza, armonía que se desmorona sin razones ante los zarpazos del viento a medida que el instante se disipa en el pasado.
En esa batalla que se libra en el cielo hay muchas lecturas, un interlineado de grafías de significados diversos, tantos como lectores dispuestos a deslizarse entre sus páginas. Ese cielo que rota y se cierne sobre sí una y otra vez, vibra como el tiempo y las personas que inexorablemente nos atamos a el.
Acá, en la tierra, la brisa se desliza sobre la hierba cobertora de nuestra memoria, mientras de pie nos despedimos con lápidas, prometernos no olvidar, y no nos queda más que aceptar que no son las nubes ni el cielo quienes se difuminan, sino que nosotros, simple e inevitablemente, nos disolvemos en él.
En esa batalla que se libra en el cielo hay muchas lecturas, un interlineado de grafías de significados diversos, tantos como lectores dispuestos a deslizarse entre sus páginas. Ese cielo que rota y se cierne sobre sí una y otra vez, vibra como el tiempo y las personas que inexorablemente nos atamos a el.
Acá, en la tierra, la brisa se desliza sobre la hierba cobertora de nuestra memoria, mientras de pie nos despedimos con lápidas, prometernos no olvidar, y no nos queda más que aceptar que no son las nubes ni el cielo quienes se difuminan, sino que nosotros, simple e inevitablemente, nos disolvemos en él.
"Después de todo
nos volveremos a encontrar.
El verano extenderá eternamente sus manteles en el suelo
para que dispongamos nuestra fiesta,
y tú serás bella,
como la armónica que el vagabundo toca en
la leñera cuando ha decidido partir el tren
de carga
que lo llevará no se sabe donde.
Después de todo
hay tantas y tantas tierras.
Yo no me impaciento:
tenemos todos los años del mundo para recorrerlas
hasta que de nuevo estemos juntos.
Y tú me contarás
que una noche me conociste en un pequeño
planeta llamado tierra
y vas a hablarme de casas visitadas por la luna,
billetes de lotería,
paseos en bicicleta,
gatos vagabundos,
un girasol dibujado en un muro por caer,
caballos en las playas,
un día de sol.
En otro lugar
lejos de esta tierra y de su tiempo
espero tu rostro
donde están todos los rostros que he amado;
el del pan,
el del cielo,
el del vino.
Y comenzaremos otra vez
a ser esos desconocidos
que se miran y se miran
sin atrever a decirse que se aman."
(Despúes de todo (fragmento). Jorge Teillier)
3 comentarios:
y aquí vagamos, en un eterno difuminarnos hasta desaparecer, sin saber bien que nos evaporamos. Y lo peor, sin saber bien que andamos vagando.
un beso.
Me gustó, y me dije: "ya era hora..."
chau
El cielo tiene esa versión de nubes, mar inhabitable de sueños, que se eleva lentamente. Todo lo que no vemos, si, eso dulce que se esconde, tiene rigidez de estatua, nuestros ojos parecen un sistema caótico de realidades proyectadas hacia arriba, el viento es el surrealismo del cielo. La tierra allí también, también está en el cielo.
Me encanta Teillier.
No conocía este poema, gracias.
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