Foto: Joao Luc Como la puerta que se abrió cuando llegaste,
súbitamente llueve.
Y manchada de luz,
improviso caía entonces la tarde.
Amarilla, coronada de sarmientos,
vestida de otoñal ocaso.
Hoy, como el ruido que arrulla las olas,
simplemente llueve.
Abierto luce el mar,
herido de aguaceros,
libre, inquieto,
bebiendo el agua que mezcla en él
su prófuga letanía.
Y en el frío de la tarde los días áridos
se despiden como recuerdos mustios.
Es la hora tenue en que sólo el agua restalla,
cuando las palabras son inútiles e imperdonables excusas.
Es la hora en que nos cerramos sobre nosotros mismos,
tiempo que se encuentra a sí, momento de caracoles.
Es el día que todo y nada cobra sentido,
cuando los silencios son sonidos profanos.
Es el día de la contradicción,
del abrazo y el cariño con manos y brazos que sobran.
Es hoy cuando sólo las miradas buscan,
cuando serenas reciben al cielo que por fin viene de vuelta.