Me marcho,
y la noche se queda conmigo,
en mi boca llena de sed,
en mi paladar lleno de cigarros derruidos.
Y mi ropa se empapa de oscuridad,
mi caminar de callejas sinuosas,
de ires y venires sin ton ni son.
Los perros acechan y duermen en el frio,
su silencioso padecer se desentiende,
en un circulo que se completa en si mismo.
Las veredas callan mientras la noche se queda conmigo,
y yo me marcho,
siendo el mismo y no siendo nunca más el que soy.
Abriré mi habitación vacía,
mientras canta la noche enmohecida, calmada y cancina,
hueste deshecha en la batalla del día.
Abriré la puerta y me quedaré con la noche,
guardando en mi, lo que se fue del día.
No merece mucho más recuerdo:
sus ojos oscuros como soles
sus pechos deslumbrantes
-sobre el lago-
su mirada
-mucho m...
Hace 6 días.