El año nuevo lo asocio a ese rato que viene después de que terminó oficialmente la celebración. Ese momento que sigue a una fiesta de matrimonio por ejemplo, en que la mayoría ya se fue, y están regados los globos en el piso, muchos vasos vacíos en las mesas, uno que otro durmiendo por ahí, quizás una pareja que baila, como ambiente de la película "Los fabulosos Baker boys", un tiempo sin corbatas, y lamentablemente, sin una Michelle Pfeifer enfundada en un vestido rojo, descalza, sobre un piano de cola. Ese ambiente, algo arrasado quizás, como de barra de bar al amanacer, tiene algo de paz, de cansancio, de caña, de mucha sed, de sueño con sabor a celebración, una leve tintura de melancolía, pero mas bien de satisfacción.
Es que es necesario quemar el pasado a ratos, aunque sea simbólicamente, por eso incendiamos el cielo el 31, le decimos chao al viejo, a lo malo, pero también a lo bueno, y esperamos, lo más intensamente posible, el nuevo amanecer. Ese despertar lento, algo devastado, sin el exceso de cada palabra, es certeza que inunda, momento de callar, de saborear la libertad plena quizás, la que te dice que puedes empezar de nuevo, pues no es cualquier día, ya que acabas de vivir a full un nuevo hito, ese que marca el cierre de un año, también del viejo mundo, ese que se colapsa anualmente a la hora cero del 31.
Por lo que viene,
Por lo que nace,
Por los amigos,
Por la felicidad,
Por la vida.
¿Que le faltó al muertito?
SALUD!!.
No merece mucho más recuerdo:
sus ojos oscuros como soles
sus pechos deslumbrantes
-sobre el lago-
su mirada
-mucho m...
Hace 6 días.